A estas alturas de las campañas por la presidencia de México no tengo dudas de quién ganará, sino con qué diferencia ante la segundo y el tercer lugar. Sin tener la bola de cristal en mis manos, confío en mi falto olfato y sentido común para afirmar que ganará la candidata de MORENA y los partidos rémora.
En los comicios de 2018 Andrés Manuel López Obrador llegó a la primera magistratura del país con 53.1 por ciento de la votación contra 22.2 del panista Ricardo Anaya Cortés, 16.4 del tricolor José Antonio Meade y un penoso 5.2 de Jaime Rodríguez Calderón.
En aquella ocasión, como en la campaña de 2024, las preferencias electorales de las principales casas encuestadoras, entre ella Hora Cero Encuestas, daban por ganador a AMLO, y la única duda era el porcentaje de votación que iba a obtener.
Pero no solamente MORENA y sus partidos satélites en coalición barrieron a la oposición en la presidencia; el último llamado de López Obrador de “ir por todo”, hizo que tuvieran mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República.
El tabasqueño, como protagonista del cuento El Flautista de Hamelin (y no que esté comparando a los electores con roedores, bueno, algunos, sino por la acción de seguir a un líder), convenció a votar por él a más de 30 millones de mexicanos.
Su principal propuesta fue darle a los pobres una mejor vida -prometiendo a los adultos mayores tener un mejor ingreso mensual con apoyos en dinero, directo a una tarjeta de débito sin intermediarios-, en la última etapa de sus vidas.
Pongo de ejemplo a mi señora madre de nombre Angela Castillo. Ella (actualmente tiene 86 años), no solamente no iba a votar por López Obrador en 2006 y 2012, sino que literalmente lo odiaba y hacía campaña en su contra en el seno familiar.
Doña Angela siempre se ha declarado panista y antipriista, pero sabrá Dios qué mosco costeño le picó (vive en Matamoros, Tamaulipas), que agarró a AMLO como piñata y como su principal enemigo en los primeros dos intentos de llegar a la presidencia.
Pero cuando ganó las elecciones en 2018 y empezó a recibir los apoyos por ser adulta mayor, si bien no pone al presidente en un altar, sí reconoce que ese dinero sirve para mejorar los ingresos de su casa porque “nuestras pensiones como jubilados son de hambre”.
Ella y mi papá don Marcos Hernández se jubilaron como empleados federales cuando tenían 44 ó 46 años de Correos de México luego de 30 años trabajados.
Y aunque usted no me lo crea, y tampoco he preguntado, creo que cada uno recibe unos 4 mil pesos mensuales.
¿Qué puede hacer una pareja de jubilados en México con esa dinero teniendo que comer, pagar servicios básicos, medicamentos y, de vez en cuando, darse un lujo como pedir comida de un restaurante?
Gracias a que mi padre tuvo un negocio y ahorró, pero que cerró cuando los gobiernos priistas y panistas fueron despiadados en aumentar los impuestos los pequeños comerciantes, ellos tienen una mejor vida. Y con AMLO de presidente su condición mejoró sustancialmente.
Siempre lo he dicho: esos apoyos a los abuelitos o a los papás dentro de una casa, obviamente fueron agradecidos por hijos, hijas, nueras, yernos, nietos y nietas. Y se tradujeron en votos para MORENA en elecciones estatales entre 2018 y 2021.
Y para 2021, en la mitad del sexenio, de nuevo MORENA y sus rémoras retuvieron la mayoría en el Congreso de la Unión y en el Senado, y en cinco años llegaron a sumar 21 gubernaturas.
Con ese colchón de electores agradecidos no tengo dudas de que Claudia Sheinbaum ganará los comicios del 2 de junio próximo. Y hasta pudiera superar los 30 millones y el 53 por ciento de votos. Nada complicado, pues AMLO pavimentó bien el camino a la doctora.
Quien crea lo contrario y traiga otros números seguramente vive dentro de las páginas de un cuento de fantasías. Se vale.
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