Recuerdo perfectamente cuando recién entraba a la secundaria, una campaña en radio y televisión en la que la entonces compañía paraestatal Teléfonos de México presumía el costo de las llamadas en sus casetas públicas, para que los mexicanos se dieran cuenta de lo poco que debían pagar para poder comunicarse desde la calle a cualquier domicilio.
Con el estribillo melodioso de los “fabulosos 20” la campaña consistía en personajes vestidos al tipo Charleston y con unas ofensivas medias negras, ligueros profanadores en las mujeres y trajes a rayas, sombreros y zapatos de charol en los hombres; mismos que bailaban efusivamente como festejando que todo tiempo pasado fue mejor.
Porque aunque esa década ya había pasado, muchos años después todavía con una sola moneda de ¡20 CENTAVOS! se podía hablar ilimitadamente.
Era la función social de la telefónica de los mexicanos, comunicar barato y eficientemente.
Llegan nuestros sueños del liberalismo económico y de repente un ex presidente -el mismo que engañó a los nuevoleoneses diciéndoles “paisanos”- y decide que esa empresa ya no funciona y la entrega en charola de plata a su tocayo libanés.
Se forma entonces el dúo más esperado de la historia después de Batman y Robin… Charles and Charles and co.
Y al igual que sucedió tiempo después con el ferrocarril de pasajeros cuando desaparece por “incosteable”, dejando incomunicados a millones de mexicanos, de repente esos teléfonos públicos dejaron de recibir monedas y ¡oh, sopresa! resulta que por un decreto presidencial y en forma monopólica los mexicanos nos vimos obligados a pagar por “adela” mediante unas tarjetitas de plástico todas las llamadas.
Como la raza dice “música pagada toca mal son” y aquella frase de “cayendo el muerto y soltando el llanto”.
Ahora resulta que los transportistas de pasajeros quieren copiar la fabulosa idea con la que Carlos Slim empezó su ascenso hacia la fama financiera mundial, al desaparecer el cobro “face to face”, buscando obligar a los usuarios a que compren tarjetas prepagadas desembolsando de menos 50 morlacos, mismos que les serán descontados en cada viaje.
¿Y por qué mejor no le hacemos al revés?, que los transportistas nos den la simpática tarjetita y que al final del mes nos llegue el estado de cuenta de nuestros viajes realizados y entonces pagamos, o qué ¿a poco les pagamos por “adela” a la CFE, Gas Natural o Agua y Drenaje?
¿En qué momento los permisionarios dejaron a un lado las tesis sociales que orgullosamente enarbolaron las pasadas generaciones de sindicalismo, buscando ante todo ayudar al pueblo y no SERVIRSE del pueblo?
¿En verdad no se han dado cuenta que es el peor momento en la historia del país para exigir al 80 por ciento de la población -que utiliza el transporte urbano-, que para poder utilizar este DEMOCRÁTICO medio, tiene que pagar por adelantado, cuando miles de familia apenas tienen para darles a sus hijos el pasaje al día?
Y aunque en un principio “picudearon” malinformando al gobernador Rodrigo Medina al venderle la idea de que era una transformación del transporte, más bien era una transformación financiera de algunos, es un hecho en el que el mismo gobernador y los alcaldes “comprarían boleto” apoyando esta medida totalmente insensible.
Si lo que buscan los señores transportistas es evitar que sus choferes les sigan robando -que por algo será-, obligando a los ciudadanos a apechugar, pues que no la “chiflen que es cantada” y busquen otras fórmulas, y no la vía fácil de exigir el pago por adelantado, utilices o no el transporte.
Igualito que Slim, pero Slim es Slim… ¡y vaya que nos ha costado a los mexicanos tenerlo como uno de los hombres más ricos del mundo!