Como estudiante de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL tuve la fortuna de ser alumno del maestro Silvino Jaramillo, una leyenda del periodismo en Monterrey.
Sus clases fueron intensas tanto académica como emocionalmente, porque el maestro Silvino era muy, muy exigente con sus alumnos, a quienes frecuentemente nos recordaba que el papel del periodista es recopilar y transmitir la verdad, siempre bajo estándares profesionales y éticos superiores.
Gracias a las clases y las llamadas de atención del maestro Jaramillo me quedó muy claro que el periodista debe de buscar siempre las dos verdades: la histórica (lo que pasó), y la jurídica (lo que los registros dicen que pasó). Igualmente valiosa fue la recomendación del maestro Silvino que hasta ahora sigo tratando de cumplir cada vez que me siento frente a un teclado: “se escribe con el cerebro, no con las vísceras”.
Hace ya muchos, muchos años que me gradué de la facultad. Los tiempos en el periodismo han cambiado en la forma, pero no en el fondo.
La misión general del periodismo sigue siendo la misma: encontrar y difundir la verdad en beneficio de la sociedad, incluyendo la rendición de cuentas de quienes ejercen el poder, donde entran también directivos y atletas profesionales.
Por razones que aún no termino de comprender, y con escasas excepciones, en el periodismo deportivo, especialmente el dedicado al futbol profesional, ha existido la idea de que la vida privada de los jugadores y técnicos no debe de ser publicada a menos de que ocurran hechos relacionados con la ley, como accidentes, arrestos, pleitos o demandas familiares.
Desafortunadamente, en no pocas ocasiones ese respeto es más bien complicidad entre los periodistas deportivos y los jugadores. Irónicamente, muchas de las conductas de los jugadores son evitadas en los programas de análisis y reemplazadas por el llamado “chicharrón” que no es más que generar polémicas burdas explotando las rivalidades locales, usando argumentos superfluos o fomentados argumentos intelectualmente vacíos.
Tristemente, la gran mayoría de los periodistas que hoy son líderes de opinión y entretenimiento han encontrado en las redes sociales la plataforma ideal para amplificar chismes, pastelazos y mentadas que sirven para perpetuar discusiones sin sentido.
Quizá por la falta de preparación o experiencia, de cuando en cuando se ven errores profesionales terribles en el ejercicio periodístico al momento de publicar información extracancha; uno de los más frecuentes es el exponer identidades de víctimas, como recién ocurrió cuando un reportero de ESPN reveló el nombre de la jugadora femenil que denunció en una carta el supuesto acoso que las seleccionadas juveniles recibieron del cuerpo técnico ante la omisión de la entrenadora Maribel Domínguez. Se trata de denunciar al victimario, no de exhibir a la víctima.
Gracias también a las redes sociales, los comportamientos privados de los deportistas son más conocidos, evitando así el potencial “filtro” que habitualmente colocan los reporteros y comentaristas, ya sea por intereses individuales o empresariales, tal y como ocurrió cuando André Gignac escribió en sus redes que sus ausencias a partidos en Estados Unidos son porque ha rehusado a vacunarse contra el Covid.
Una vez que el jugador lo hizo público, una buena parte de analistas y reporteros de deportes en Monterrey aceptaron que ya lo sabían, pero que por ser un asunto personal no lo habían difundido.
La vida privada de un deportista profesional importa tanto como la pública, porque el desempeño es la suma de lo que se hace antes, durante y después de los entrenamientos. El mismo Gignac frecuentemente publica sus entrenamientos en casa, lo que demuestra por qué sigue siendo un referente de Tigres.
Así como se le aplaude el compromiso al francés, bien harían los periodistas y analistas en cuestionar y exhibir comportamientos inadecuados de cualquier atleta de alto rendimiento y no esperar a que el o la jugadora cometa un error de consecuencias jurídicas que entonces sí, alimente los programas de opinión.
Horacio Nájera es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UANL y cuenta con maestrías en las Universidades de Toronto y York. 30 años de experiencia en periodismo, premiado en Estados Unidos y Canadá, y coautor de dos libros.
@Najera13