Tengo clavada una frase del gigantesco Winston Churchill cuando la Gran Bretaña era asediada por la fuerza aérea nazi, y que finalmente fue replegada por los pilotos ingleses, propinando una importante derrota a los alemanes.
Cuando parece que todo está perdido. Con la ciudad metida en un conflicto de seguridad espantoso, en Reynosa día a día se pierde más la fe, la población se desanima y la mala racha se prolonga con bloqueos, balaceras, robos y asaltos.
Y el desgaste es brutal. Las ventas en los comercios bajan, las colonias se van quedando solas con letreros que anuncian afuera de casas y negocios que se vende o se renta. Esos letreros dicen mucho más que eso, y todos lo sabemos.
La descomposición está en su máximo punto, las muchachas incluso hablan como si fueran modernas “camelia la texana”, con un vocabulario que no se tolera, vaya, ni en la zona de tolerancia, y de los jóvenes pues mejor ni hablar.
El daño es inmenso, tanto que nos va a llevar una eternidad reparar el tejido social.
Y si a esto le sumamos que parece irreparable la relación entre los gobiernos municipales y estatales, que no se dejan de manotear haciéndonos más agrio el día a día, más aun cuando la mayoría de los pobladores creían que a Reynosa le tocaba el turno al bat por la llegada de uno de los suyos al poder.
Y no es así, al parecer la espera continuará hasta no tener a un cercano suyo en los mandos municipales.
Ante todo este desvarío, surge un ejemplo como grito desesperado que rompe esa fuerza devastadora. Un bálsamo directo a la herida de muerte, que oxigena, alivia y anima.
Catorce niños con acciones contundentes nos alumbran el oscuro camino junto a sus entrenadores y padres. Niños que se divierten, disfrutan, y sobre todo trabajan en equipo.
No es el beisbol, no es un simple torneo, es mucho más lo que está en el terreno de juego: es la esperanza puesta en un mejor porvenir, un sueño que muchos estamos soñando a lado de la Liga Treviño Kelly.