Aunque China está distante de México a miles de kilómetros, su nombre nos resulta común en los modismos construidos para identificar determinadas situaciones de nuestra vida ordinaria. Por ejemplo, decimos “está en chino” cuando nos referimos a algo complejo y difícil de entender, obviamente porque el mandarín o el cantonés que se hablan en ese inmenso país son idiomas muy complicados para nosotros.
“Cobrarse a lo chino” es otra expresión que denota la forma en que alguien recupera en dinero o especie lo que le corresponde y que alguien no le quiere entregar. Y también reafirmamos el precio de un artículo o mercancía enfatizando: “Cuesta lo mismo aquí y en China”.
Por eso la mención de las “cajas chinas” en la película “La Dictadura Perfecta” requiere matizarla para captar a plenitud su contexto, pues es un recurso del periodismo comprometido con el poder como sistema de distracción, es decir, para desviar la atención de algo relevante hacia lo morboso o espectacular a fin de entretener a las masas y que no perciba las maniobras del gobernante en torno a un problema capital o a una iniciativa que pueda indignar a la población.
La analogía es perfecta si tomamos en cuenta que una caja china contiene otra caja más pequeña adentro de ella, y ésta, a su vez, contiene otra y así sucesivamente, digamos que hasta el infinito, tal como nos las muestran los merolicos en la calle o los magos en los salones de fiestas.
Por tanto, las cajas chinas son un truco para engañar la percepción del público. Es decir, con las cajas chinas la habilidad de su instrumentador queda de manifiesto al distorsionar la verdad, sin que parezca mentira, destacando la fuerza de una falsedad o el invento de la realidad apetecida para que se la crea el receptor.
Con las cajas chinas, los políticos y sus consejeros en comunicación se desdoblan en lenguajes propios para distorsionar los hechos, y utilizan los medios para fabricar noticias que entretengan a las masas mientras ellos buscan salida a sus escándalos y a sus proyectos por otra vía sin que se dé cuenta la gente que está metida de lleno en la trampa periodística.
Los ejemplos aportados en “La Dictadura Perfecta” son elocuentes y dejen ver la falta de ética e inmoralidad de los que manejan las dos cadenas nacionales de televisión en México, al mismo tiempo que nos hacen valorar la necesidad del periodismo independiente y sin facciones que es el que hace progresar a toda sociedad democrática.
Las cajas chinas son un juego perverso de los políticos sin escrúpulos, que para eso nacieron precisamente, para no tener escrúpulos, pero también de los profesionales de la noticia vendidos al gobernante en turno y a los intereses de los grupos de poder que no dudan ni tantito cuando hay que engañar a toda una nación con sus distorsiones de la realidad y sus mentiras bien aderezadas con señales de realidad espectacular.
Para empezar, ese jueguito amañado tiene su origen en los “periodistas” a modo que son instruidos para que, en las conferencias de prensa, levanten la mano y hagan la pregunta que el interesado ya conoce a fin de tener la respuesta sin equivocación y que lo haga ver con una apertura plausible, mientras que los medios informativos independientes y sus reporteros son marginados en el supuesto diálogo con visos de “libertad” absoluta.
Pero luego devienen esas trampas en sucesos preparados para que la opinión pública se entretenga durante días y no cuestione la falta de transparencia en los viajes al extranjero del gobernante y su séquito, o, peor, en los casos de fraude, conflicto de intereses y transas entre los mafiosos que nos gobiernan, sus partidos políticos y los que alcanzan tajadas del erario.
Hoy mismo estamos clavados con las noticias y más noticias de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero, y en la aprehensión de su ex alcalde José Luis Abarca junto con su esposa. Y no es que debamos ignorar semejante acontecimiento, pero esta caja china nos está haciendo olvidarnos del enorme gasto público federal que el próximo 2015 será el más alto en toda la historia de México.
Será el doble de lo que gastaron los gobernantes hace apenas 10 años, y, peor todavía, sustentado en una deuda estratosférica, ya que Peña Nieto busca endeudar a México en 2015 con 672 mil millones de pesos (deuda externa e interna), equivalente más o menos a lo que el gobierno recauda de IVA en todo el año.
Y nosotros entretenidos con las cajas chinas. ¡Ah, que la “chinada”!