Tan equivocado está el gobernador del estado, Jaime Rodríguez Calderón, de culpar a Gilberto Lozano, como quien ordenó arremeter contra el Palacio de Gobierno la tarde-noche del 5 de enero pasado, como el activista y cómico Pedro Alejo, alias “Fufito”, de señalar a “El Bronco” de haber contratado a los vándalos que destruyeron los históricos vitrales.
Porque apegados a la verdad sobre lo sucedido ese día en la Explanada de los Héroes, antes de las siete de la tarde, cuando los pandilleros cruzaron las vallas para empezar a patear las puertas de la sede del Ejecutivo, Lozano ya se había retirado con un grupo de seguidores gritando e invitando a bloquear Avenida Constitución.
Es decir, que el fundador del Congreso Nacional Ciudadano, exdirectivo de Femsa y de los Rayados del Monterrey, se hizo “ojo de hormiga” cuando seguramente presintió que los ánimos se iban a desbordar, encabezando los desmanes un grupo de vándalos con paliacates o pasamontañas ocultando su rostro.
En el templete, ninguno de los líderes de asociaciones civiles que convocaron a la histórica concentración a través de las redes sociales, siendo reiterativo “El Sultán”, ninguno arengó para empezar la violencia y la destrucción del patrimonio histórico que resguardaba el Palacio de Cantera hasta ese fatídico jueves 5.
Fue una mujer invitada a tomar el micrófono quien sugirió vandalizar como en la Ciudad de México cuando el acto se estaba llevando en completa calma. Bueno, con algunas escaramuzas, pero nada de gravedad ni mucho menos que lamentar.
Los siete u ocho que tomaron el micrófono, entre ellos Lozano y Alejo, demandaron la renuncia de Enrique Peña Nieto, de “El Bronco” y de los diputados locales que aprobaron el alza de los impuestos y la continuidad del cobro de la tenencia en Nuevo León, además del incremento en las tarifas del transporte público.
En el acto de la Explanada de los Héroes y durante las marchas que ese día salieron de varios puntos de la zona metropolitana, a decir verdad, “El Bronco” fue el menos repudiado, con un 10 por ciento de los recordatorios de todo tipo, por un 90 por ciento del presidente de México, Enrique Peña Nieto.
Hasta los empleados de gobierno que iban en la marcha como “infiltrados”, “observadores” u “orejas” -como se les quiera llamar-, iban muy aburridos porque contra Rodríguez Calderón pocas eran las menciones. La metralla iba dirigida contra EPN.
Hasta en las mantas y los volantes que se repartieron en la Explanada de los Héroes exigían la renuncia de Peña Nieto. Y cuando uno de los oradores empezaba a gritar “¡Fuera Bronco!”, los asistentes de mitad hacia atrás respondían con “¡Fuera Peña!” y “¡No al gasolinazo!”.
Era difícil calcular qué porcentaje de los entre 20 mil y 30 mil asistentes, según cifras que se manejaron en los medios y redes sociales, fueron a pedir la destitución del gobernador, pero era notorio que Peña Nieto había sido la inspiración de esa convocatoria ciudadana similar a la de 1985, cuando se pidió reconocer la victoria a gobernador del panista Fernando Canales Clariond.
Disfrazados de Reyes Magos, dos lonas detrás del templete exhibían a los líderes de las fracciones del PAN y PRI en el Congreso local, Arturo Salinas y Marco Antonio González, respectivamente, junto al gobernador, acusados de mentirle a la ciudadanía prolongando el cobro de la tenencia.
Volviendo a las acusaciones entre “El Bronco” vs. Lozano, y de “Fufito” vs. “El Bronco”, cierto es que la convocatoria del jueves 5 fue histórica y sienta un precedente en el estado de que los ciudadanos, cansados de los abusos del poder político, pueden unirse para protestar y exigirle al gobernante y a los legisladores que cumplan sus promesas… y que no mientan a cambio del voto.
De nuevo, apegados a la verdad, el jueves 5 de enero había unas cinco o más veces de gente que en el acto de la victoria de Rodríguez Calderón el 7 junio 2015 en ese mismo lugar.
Aunque con un número inferior, el sábado 7 de nuevo la Explanada de los Héroes fue escenario de una manifestación, y a pesar de las bajas temperaturas la voz del pueblo neolonés se volvió a escuchar fuerte.
¿Y qué le pasó a Cuauhtémoc Antúnez Pérez, secretario de Seguridad Pública del estado? ¿Por qué con toda su experiencia militar no fue capaz de anticiparse a los hechos violentos que se iban a registrar estando él dentro del Palacio de Gobierno en asiento de primera fila?
Está bien que el vocero de Seguridad, Aldo Fasci Zuazua, puede que tenga alguna razón en sus dichos de que elementos antimotines protegiendo el Palacio hubieran sido una provocación a los pandilleros o vándalos, como quiera etiquetarse a esos sujetos, pero con 13 elementos de Fuerza Civil, con camisa blanca bien planchada y corbata oscura plantados en las puertas principales de acceso, seguramente no iban a asustar o repeler ni a un borracho, tal como pasó. Y aplicaron el “patas ¿para qué sirven?… y a correr”.
En la rueda de prensa del viernes, Rodríguez Calderón anunció que se daría marcha atrás en el alza a las tarifas del transporte para aligerar los gastos de la ciudadanía, y que en la reunión de la CONAGO el lunes 9 llevaría una lista de peticiones a los secretarios de Hacienda y Economía, entre ellas quitar el IVA a las gasolinas, el financiamiento a los partidos políticos, y eliminar la publicidad del Gobierno federal en los medios de comunicación, que conllevaría a un sustancial ahorro.
Ante lo vapuleada que estaba la imagen y la reprobación de la administración de “El Bronco”, a raíz del voto a favor de la Ley de Ingresos 2017, retractarse en el incremento a las tarifas del transporte fue como invitarle un frío refresco a un perdido en el desierto.
Sobre todo que este 2017 será de definiciones para el gobernador: entre irse a competir como candidato a la presidencia de la república para las elecciones del año próximo, o bien quedarse a enderezar este Titanic llamado Nuevo León.
Y si decide lo primero, una opción que los diputados esperan, y se frotan las manos para que se concrete, el gobernador interino estaría en solamente dos opciones dentro del gabinete: Fernando Elizondo Barragán y Manuel González Flores. v