
Amén de los comentarios tendenciosos y nada positivos que señalan que en este 2010, necesariamente debería haber un movimiento social violento, la verdad de las cosas es que en este Bicentenario, todavía no nos percatamos que esta fecha debería ser motivo de júbilo y orgullo para todos los mexicanos.
Y razones sobran para que la población se encuentre totalmente desencantada por las diversas situaciones adversas que enfrenta Mèxico, porque mientras que las autoridades siguen cacaraqueando que la crisis económica vino de ´´afuera´´, lo cierto es que las decisiones erróneas se tomaron adentro, y lo peor, los grandes perjudicados siguen siendo las grandes mayorías.
No obstante, nuestro gran ´´orgullo´´ es contar con el hombre más rico del mundo, en la figura del magnate empresarial Carlos Slim, quien tuvo todo el apoyo de los mexicanos para llevarlo a ese lugar, luego de no haber dicho ni pío, cuando acabó con los teléfonos públicos, y nos obligó a pagar ´´por adela´´ este importante servicio.
Y qué bueno que existan empresarios que tengan esta visión, qué malo que las enormes ganancias no las democraticen, como sucede siempre con las pérdidas, porque después de todo, para eso está ´´papá Gobierno´´.
Pero hay ocasiones en que el Gobierno no puede con todo el paquete, y menos cuando es dirigido en algunas áreas por una nueva generación de políticos con conocimientos nulos de políticas públicas, cuyas pocas fortalezas son confundir una conciencia limpia con una cola corta, y se pierden entre marrullerías demagógicas.
Resulta importante como en pleno Bicentenario, algo tan significativo como lo son los nombres de los aeropuertos de México, hayan cambiado de nombre borrando de un plumazo nuestra historia plasmada ahì, tan sólo porque a algún ´´genio´´ se le ocurrió pensar que la nación no tiene pasado.
Vemos diversos ejemplos en aeropuertos como el de París, Francia, al que pomposamente lo llaman Charles De Gaulle, en honor a uno de sus héroes en la Segunda Guerra Mundial; en Roma el nombre del genio Leonardo Da Vinci, adorna la entrada; o en Nueva York, nombrado John F. Kenedy; o el George W. Bush, de Houston, en honor al patriarca texano.
Y mientras tanto, en nuestra democracia región cuatro, los flamantes nuevos dueños de los aeropuertos de Mèxico, lo primero que decidieron fue precisamente lo contrario de lo que sucede en las naciones desarrolladas.
BORRARLES EL NOMBRE
DE UN PLUMAZO
De esta manera, el Mariano Escobedo de Monterrey dejó de llamarse como el ilustre héroe nuevoleonés; el Guadalupe Victoria, de Durango, ya no se llama como el primer presidente de nuestra nación, y lo que es peor: el nombre de Benito Juárez García, desapareció de las marquesinas del Aeropuerto de la Ciudad de México.
Pocas razones y motivos de orgullo tenemos los mexicanos en estos tiempos como para que hasta los nombres de nuestra historia sean borradas por simples administradores de empresas como la Operadora Mexicana de Aeropuertos OMA, que se encarga de las terminales del norte del país, o algunas otras como ASUR, mismas que en una total falta de solidaridad con los festejos del Bicentenario, consideraron nada más porque sí, que nuestros héroes nunca existieron.
Vaya, si no podemos lograr que nuestros aeropuertos se sigan llamando como nuestros héroes, ni podemos festejar la Revolución viajando en algún tren de pasajeros como lo hicieron las tropas de Francisco Villa, y menos podemos obtener los beneficios de ahorrar en bancos porque la gran mayoría son españoles, y peor aún, los fines de mes nos ponemos verdes de coraje al ver los recibos de la gachupina compañía de Gas Natural, ¿entonces qué festejaremos los mexicanos?