En estos días me han dado muchas ganas de proceder legalmente en contra de Carlos Slim, el primero o segundo hombre más rico del mundo y dueño de Telcel. ¿Quién me sigue para intentar llegar hasta la Suprema Corte de la Justicia de la Nación y lo obligue a resarcir, con intereses, los cobros abusivos en telefonía celular?
Esta idea no tan desquiciada me llegó cuando recibí la noticia de que mi recibo telefónico de junio alcanzó la cifra de 4 mil 551.45 pesos, cuando mensualmente mi promedio es de 700 pesos, o menos, dependiendo si me excedo en el servicio más allá de lo contratado en mi paquete.
Todo empezó el pasado 27 de junio llegando a La Habana, Cuba, y no desconecté los datos de mi móvil. Peor todavía, no leí un mensaje donde Telcel me avisaba que el roaming era de 25 pesos el minuto, 60 por MB y 9 pesos por SMS.
“En cualquier momento puedes contratar una de las siguientes opciones”, agregaba el mensaje de texto y me proponía elegir entre dos links: uno de 60 MB-1950 y otro de 200 MB-6170. Obvio que ninguna opción contraté ante la fama abusiva de Telcel. La compañía de Slim aclaraba que el precio ya tenía el IVA incluido.
Ese maldito mensaje me llegó el lunes 27 de junio a las 6:38 PM, cuando encendí mi celular al aterrizar el avión de la empresa mexicana Volaris en el aeropuerto habanero “José Martí”.
Aun cuando tenía servicio estaba seguro que no habría cargo porque en NINGÚN momento acepté. El mensaje no tenía un cuadrito en blanco que debía llenar para aceptar el roaming internacional.
En mi total seguridad hasta creí que como el litoral mexicano está muy cerca de la Isla de Fidel Castro, quizá el satélite había sido generoso unos minutos y tenía cobertura gratuita. O que era un gesto, un regalo, del magnate Slim para los fieles clientes, como quien escribe, que desde hace muchos años no he sido tentado para migrar a la competencia.
El personal de Telcel tiene en su computadora que el uso que hice de la señal fue breve: sólo intercambié unos 20 inbox con mi hija Andrea y consulté unos 10 minutos la página oficial de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí www.uaslp.mx. Solamente eso. Nunca entré a redes sociales, ni al Whatsapp, ni mandé SMS.
Me dormí y a las 9:22 de la mañana siguiente (28 de junio) mi hija me advirtió y me sugirió por inbox, entrada en pánico: “¡No lo hagas. Te saldrá carísimo!”. Y lo hice sin dudar. Desconecté los datos.
Diez días de vacaciones sin internet fue la prueba de que puedo vivir desconectado. En La Habana sólo se puede activar en ciertas zonas donde hay wi-fi y con tarjetas pre-pago. Claro que nunca compré una y mi celular estuvo dentro de la casa de huéspedes. Ni para tomar fotos lo usé.
Al llegar el 7 de julio a México fui a un centro de atención a clientes para pagarlo puntualmente, porque el señor Slim debe saber que gracias a mi puntualidad y a la de millones de mexicanos -por cierto cada vez menos porque muchos se han ido a Movistar, ATT o Iusacell-, está en la cima del ranking de Forbes entre los dos con mayor riqueza en el mundo.
Recordé cuando en un tiempo en la frontera mexicana, antes de cruzar a Estados Unidos, me llegaban mensajes con la opción de aceptar o no el uso del roaming. Y me preguntaba: ¿por que al llegar a Cuba Telcel no me dio esa opción que, de verla, obvio la hubiera rechazado?
Hemos ido cuatro veces a las oficinas en Reynosa, Tamaulipas, primero a casi infartarme cuando escuché en la caja el adeudo de 4 mil 551.45 pesos; la segunda cuando el supervisor de nombre Luis me hizo escribir con mi puño y letra mis lamentos sobre lo sucedido; la tercera cuando a mi esposa le dijeron que Telcel tenía razón y que, generosos, me descontaban 200 pesos.
La cuarta vez fue el pasado martes 19 de julio. Pedí hablar con Luis a quien le mostré un mensaje llegado a mi celular: “Aviso. Estas a punto de salir de Twitter, esta acción puede generar cargos extras a tu consumo de datos. Comprar paquete aquí (en letras azules y subrayado).
Abajo un cuadrito en blanco para poner elegir con el texto: “No mostrar este mensaje de nuevo”. Y abajo en mayúsculas las opciones: CANCELAR o ACEPTAR.
Con esa prueba de dos mensajes diferentes acudí de nuevo con el supervisor Luis y le dije que por qué al llegar a Cuba el servicio lo activaban en automático, sin opción de elegir entre CANCELAR o ACEPTAR como el segundo mensaje.
Me dio una explicación que obviamente venía de un empleado del señor Slim. “Ponte en mi lugar de usuario, no en tu papel de supervisor”, le sugerí. “Y verás que me darás la razón, de que es un abuso y ha sido premeditado que a quienes llegamos a Cuba nos conectan a su conveniencia, en automático”.
Manejando de Monterrey a Reynosa me puse en el papel de Robin Hood. De por qué no buscar un despacho de abogados que, como prueba los dos mensajes ambivalentes, unamos a miles y miles de usuarios de telefonía móvil que por razones similares de abuso cambiaron de compañía y, aunque la batalla dure mil años, la Suprema Corte ordene al magnate Slim a regresar el dinero cobrado y con intereses.
En estos días he recibido la solidaridad de otras personas que hicieron la portabilidad, es decir, dejar a Telcel por abusiva y llevarse su número a otra de la competencia. Porque millones de mexicanos merecemos respeto y tenemos dos opciones: CANCELAR o ACEPTAR.