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ay que alegrarnos de que ganó el Atlas a Tigres en la agonía de los 8 minutos de compensación. Valió la pena el gol de Aldo Rocha trabajado por él mismo con el polémico penalti que el árbitro César Ramos y el VAR le marcaron al defensa felino Angulo. Es mejor que así haya sufrido la descalificación el cuadro felino, y no mediante la aplicación del reglamento por la alineación indebida en el segundo tiempo de un jugador no formado en México.
Los directivos de la Federación Mexicana de Futbol han aclarado que en caso de haber ganado los Tigres su pase a la Gran Final, esa formación indebida realizada por el entrenador “Piojo” Herrera hubiera sido analizada con lupa a petición del Atlas, y no había otro camino más que anular todo lo hecho por los locales en el segundo tiempo. Pero de hecho no se hubiera necesitado ninguna apelación de los tapatíos, ya que la infracción al reglamento de competencia debe perseguirse de oficio, y entonces sí el escándalo y sus consecuencias hubieran sido mayúsculos con repercusiones por todas partes.
Qué bueno, entonces, que el Atlas ganó su calificación en la cancha y no en la mesa de las discusiones. Pero qué lástima que el efecto negativo se traduce en quitar a André-pierre Gignac sus tres goles y la proeza de haberse ubicado como el tercer mejor anotador en liguillas, superando a Alberto García Aspe. Ni modo. Lo legal se impone sobre lo deportivo. Por otra parte, hubiera sido un golpazo en el ánimo de la afición norteña el esplendor de la emoción por un triunfo reglamentariamente mal habido. Nada valió del segundo tiempo.
Ahora habrá que ver a qué atribuye el garrafal error el cuerpo técnico de Tigres, ya que no importa que Miguel Herrera diga que fue una flagrante falta de concentración por el ansia de buscar los goles para llegar a la Gran Final. ¿Y entonces están pintados todos los que le rodean y se llaman sus auxiliares? ¿No es posible que se le haya encendido el foco a alguno de ellos para señalarle el error de tan inoportuno cambio?
En este desacierto del entrenador local no puede inculparse al árbitro César Arturo Ramos. Él autoriza la entrada de un jugador no formado en México por un mexicano pero es imposible que viva revisando la cédula al momento del partido para que no se rebase el número permitido y se caiga en le ilegalidad. Ahí sí no puede cargársele la mano como ahora se ha hecho con uno de los silbantes acreditados para el Mundial de Qatar. Podrá haber cometido serios errores y haberse apagado frente a los arrebatos de algunos futbolistas inconformes con algunas de sus decisiones, pero en la alineación indebida del francés Florian Thauvin, ninguna responsabilidad tiene.
Así es que podrá alegarse que no expulsó a Gignac o que se equivocó al marcar este o aquel penalti, y que influyó o no con sus desaciertos (muy humanos) en algunas jugadas, pero nada más. Finalmente pasará a la historia porque se fajó los pantalones al señalar el tiro de castigo cometido por Angulo a Aldo Rocha en medio del enorme apoyo de los aficionados locales a su equipo. Y gracias a la anotación lograda por el propio capitán del Atlas, el escándalo se diluyó, la falta al reglamento ha pasado a segundo término. Lo cual fue lo mejor porque peor hubiera sido que los Tigres hubieran ganado en la cancha, y a fin de cuentas fueran eliminados en la mesa. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. v