Los recientes hechos registrados en el Aeropuerto Mariano Escobedo deben llamar poderosamente la atención de todos nosotros, y aunque en ambos casos el número de víctimas pudiera considerarse marginal, no podemos soslayarlo y por el contrario preguntarnos si las autoridades aeronáuticas están asumiendo su responsabilidad futura.
Hace algunos meses un Focker 100 de Mexicana de Aviación se vio obligado a realizar un descenso no programado al detectar fallas en el tren de aterrizaje, y aunque su destino final era Nuevo Laredo, la tripulación decidió hacerlo en Monterrey debido a que la pista 11, casi dos veces más larga y ancha que la del aeropuerto fronterizo, aumentaba el margen de seguridad ante la contingencia.
En esa ocasión el susto no pasó a mayores al no registrarse ningún hecho que lamentar, sólo las demoras normales en las operaciones aeronáuticas.
Lamentablemente no podemos decir lo mismo luego de lo sucedido la noche del martes 13 de abril, cuando uno de los tres Airbus 300 carguero, propiedad de Aero Unión, se precipitó sobre la avenida que une al Aeropuerto Mariano Escobedo con la carretera a Miguel Alemán, arrojando un saldo de seis personas muertas.
Afortunadamente, muy afortunadamente, el aparato con una carga de más de 15 toneladas y en ruta final a Los Ángeles, California, cayó a unos 100 metros de la nueva zona hotelera, en donde varios cientos de personas descansaban plácidamente en medio de una noche tormentosa.
Qué bueno que los nuevos concesionarios de los aeropuertos de México, llámese ASUR, OMA, etc, tengan a bien realizar las adecuaciones necesarias para que sus recintos resulten agradables para los pasajeros. Basta con ver la nueva terminal en el Mariano Escobedo, misma que aunque no ha sido abierta por la caída en el flujo de pasajeros, no deja de ser digna para Monterrey.
¡Pero… eso no basta!
No basta porque, a reserva de la confirmación que arrojen los resultados de las cajas negras del avión de fabricación europea, por cierto, uno de los mejores equipados en cuanto a tecnología se refiere, todo indica que el accidente se debió a un fenómeno atmosférico poco común, pero siempre fatal: la existencia no deseable pero muy posible de microrráfagas.
Y aunque los Mayas, cultura reconocida por todos por su grandes conocimientos astronómicos, lo predijeron hace cientos de años al señalar que será el 2012 el inicio de una alineación del sol con la Vía Láctea, generando serias perturbaciones en la tierra, parece que no terminamos por atender las “alertas” que estamos recibiendo.
Un volcán en Islandia hace erupción y deja varados a más de 2 millones de pasajeros por varios días ante la suspensión de más de 10 mil vuelos en toda Europa.
Terremotos intermitentes en varios países del mundo, incluyendo México, con miles de muertos, lluvias torrenciales fuera de temporada generando grandes pérdidas de cosechas e inundaciones con miles de millones de dólares en pérdidas, y hasta el registro de pequeños ¡tornados en Cadereyta y China!
Y más que predecir el fin del mundo, situación que se ha tergiversado por los intereses financieros de unos cuantos, los Mayas lo que predijeron fue precisamente lo que empieza a acontecer, el inicio de una nueva época en la tierra.
La pregunta es si nuestros aeropuertos, sobre todo el de Monterrey, están preparados a fondo, más que estéticamente, para enfrentar los nuevos retos que la madre naturaleza con toda seguridad nos empezará a presentar, ya que pocos en el Tercer Mundo pueden dar una resupuesta afirmativa a esta interrogante, debido a las inversiones que deben realizarse.
Porque estos fenómenos siguen siendo poco frecuentes, la realidad es están creciendo exponencialmente, y la tecnología, aunque costosa, ya existe y puede representar nuestra principal aliada.
Pero, ¿debemos esperar a que suceda un accidente mayor para exigir a los responsables del área que nos garanticen la seguridad aérea?. Porque aunque estos hechos se han registrado en Nuevo León, no hemos visto a ninguno de los legisladores estatales o federales, miembros de las comisiones de Comunicaciones y Transportes que digan esta boca es mía y se muestren interesados en exigir a los concesionarios explicaciones al respecto.
Y ya en el baile, también sería interesante conocer el punto de vista de las autoridades de los Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano, y de una vez saber la postura del alcalde de Apodaca, Benito Caballero, quien no debe estar nada conforme de que además de que no le paguen el predial, ahora resulta que está muy latente la posibilidad de que algún habitante reciba una nada buena noticia directamente del cielo.
Y aunque con toda seguridad se buscará responsabilizar a la tripulación del Airbus, luego de que intentaron abortar el aterrizaje por la inestabilidad atmosférica, es un hecho que si los encargados de guiarlo en su descenso les hubieran alertado por la existencia de cizzalleo o microrráfagas, como sucede en aeropuertos de primer mundo, hubieran ganado segundos valiosos para regresar “al aire” con resultados muy diferentes.
Resulta increíble que tengan que ser las propias tripulaciones nacionales las que se tengan que alertar entre sí de la aparición de fenómenos atmosféricos cuya responsabilidad recae en el Control de Tráfico Aereo y en el Radar México.
De hecho, un accidente similar, pero con un costo de 240 personas muertas se registró hace varios años cuando un Lo-ckeed L-1011 TriStar, se precipitó en las inmediaciones del Aeropuerto de Dallas, al intentar aterrizar en condiciones similares a las que registró el Mariano Escobedo esa fatídica noche de martes en Monterrey.