Estaba por caer la tarde cuando los agentes ministeriales rodearon la presidencia municipal de Reynosa. Dentro, atrincherado, el alcalde Gerardo Higareda Adam se aferraba al poder, se decía inocente y acusaba a Hora Cero de inventar pruebas de corrupción en su contra y de otros funcionarios.
Era 29 de junio de 1999, escondido dentro de un baño portátil, el entonces edil priista que iba a cumplir seis meses en el cargo, escapó de la justicia de Tamaulipas. Jaime Aguirre, un ex agente aduanal convertido en locutor de radio, ayudó a su amigo en la huída al llevarlo en un vehículo al puente internacional Reynosa-Hidalgo. De película.
Varios entonces funcionarios de Reynosa y ex colaboradores de él en la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (COMAPA) -con menos suerte y solvencia económica para comenzar una nueva vida en McAllen, Texas, como el contralor Gustavo Miranda,- huían del país, y otros fueron detenidos y encarcelados.
Hora Cero estaba por cumplir su primer aniversario. Tres años antes, en 1996, en El Norte había encabezado un grupo de reporteros de investigación que profundizamos en la corrupción de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
En mayo de 1996, con apenas un mes en El Norte, su director Ramón Alberto Garza puso a mis órdenes a los reporteros Hugo Gutiérrez, Fernando Martínez, Alfredo González y Nora Alicia Estrada para escarbar en supuestos malos manejos en la rectoría de Manuel Silos Martínez.
Por la investigación periodística, la Procuraduría de Justicia de Nuevo León abrió un expediente penal, y tras semanas huyendo, fueron arrestados y encarcelados el ex rector de la UANL, su secretario particular, el ex tesorero y un hermano del ex gobernador, Sócrates Rizzo García, quien no terminó su gestión.
Con los antecedentes de haber sido corresponsal en Italia, enviado a la guerra de la ex Yugoslavia, y periodista de investigación, llegué a Reynosa a dirigir Hora Cero por la recomendación del profesor José Luis Esquivel, y la invitación de Heriberto Deándar Robinson, quien había sido su alumno en la UdeM.
La frontera de Tamaulipas era muy familiar porque a 90 kilómetros de Reynosa, en Matamoros, crecí parte de mi niñez; ahí viven mis padres, mis hermanos y hermanas y compañeros de la preparatoria a quienes todavía frecuento.
Esa tarde del 29 de junio había dejado mi oficina en Hora Cero, ubicada sobre la carretera Ribereña y, cuando estaba en un gimnasio de la colonia Rodríguez, recibí una llamada de una colega: ¡¿Dónde estás?! ¡La presidencia municipal está rodeada de ministeriales! ¡Van a detener a Higareda!”.
Era lo que estaba esperando desde marzo, cuando en nuestras páginas empezamos a publicar pruebas contundentes sobre la corrupción que imperó en la COMAPA cuando el actual edil de Reynosa había sido gerente general.
Higareda Adam había tenido una carrera ascendente en el sexenio de Manuel Cavazos Lerma y llegó a ocupar la gerencia del organismo operador del agua, donde lo que menos escaseaba era presupuesto para proyectarse en la política. Ese cargo fue su trampolín para ser el candidato del PRI y luego alcalde.
¿Pero cómo era posible que un periódico quincenal gratuito de apenas un año de existencia se atrevió a hacer lo que no habían podido hacer por décadas otros medios diarios como El Mañana o La Prensa de Reynosa? Y a nivel nacional.
Trataré de ser conciso en detalles sobre cómo empezó y transcurrió esa investigación periodística que estuvo en portada de Hora Cero durante cuatro meses. Hasta la noche del 29 de junio, cuando nadie vio, o nadie quiso saber, que el alcalde salió de la presidencia escondido dentro de un baño portátil.
Una mañana de febrero de 1999 me citó Armando Zertuche Zuani, político de izquierda de profesión psicólogo, en su oficina ubicada en un hotel frente a la Central de Autobuses.
—Te quiero platicar un asunto, mostrar unos papeles y pido tu absoluta discreción—, me dijo.
Al llegar a la cita, luego de ponerme en contexto, puso frente a mis ojos un montón de carpetas y papeles que habían llegado a sus manos para dárselos a un periodista que no iba a negociarlos a cambio de una incalculable suma de dinero.
—En la única persona quien confío eres tú—, me aseguró Armando.
En una primera revisión pude ver copias de cheques, de pólizas, listas de empresas, hojas con nombres y apellidos, fotos, firmas y contratos de la COMAPA.
La investigación de la UANL me ayudó a acelerar los procesos para iniciar la investigación: primero era confirmar la autenticidad de los documentos y, en segundo lugar, debía poner en orden mis ideas y saber por dónde empezar y hasta dónde íbamos a llegar. La punta de la madeja ya la tenía y había que estirarla con rigor periodístico y con cuidado. Íbamos a pisar muchos callos.
Cuando salí de la oficina de Armando me comuniqué con Heriberto, quien me citó en su casa de la calle Mante. Para cuando llegué en pocos minutos estaban él y su papá, dueño de El Mañana de Reynosa, sentados en un amplio sillón.
—Hace rato una persona me entregó estos papeles y me aseguró que pudieran ser pruebas de la corrupción del alcalde Gerardo Higareda cuando estuvo en la COMAPA—, les dije.
–¿Quién te los dio?—, me preguntaron. Y respondí quizá algo irrespetuoso pero con firmeza: “¡No puedo decirles! No puedo revelar la fuente, pues faltaría a mi palabra. Solo espero, Beto, que me permitas revisarlos y empezar una investigación para publicar”.
De su casa salí con un “¡adelante, hasta donde tope!”. Pero con el transcurso de los días y las semanas, cuando empecé a acudir a pedir entrevistas en la presidencia municipal y la COMAPA, vinieron las presiones y las ofertas de dinero al dueño de Hora Cero para detener mi labor y despedirme.
—Querían aumentar los convenios de publicidad. Pero pedían a cambio que te corriera, que te regresara a Monterrey y que no se publicara la investigación—, me compartió días antes de la impresión de la primera portada titulada: “El fraude”. Marzo de 1999.
Hora Cero necesitaba crecer y aumentar la publicidad comercial y oficial. Como periódico gratuito no tenía ingresos por venta. Y desde un principio -cuando llegué en abril de 1998- la apuesta para tener prestigio y atraer a los anunciantes era un contenido editorial de gran nivel para diferenciarnos del resto.
Una mañana en mi espacio le mostré a Heriberto el primer reportaje de la serie, con documentos y fotografías que evidenciaban la corrupción del alcalde y ex funcionarios. Faltaban horas para encender la rotativa. Estaba entre nervioso y dudoso a sus 28 años. No era para menos, Antes de estallar la bomba prefirió irse al rancho de su papá donde no había señal para responder llamadas.
—Solo tienes dos caminos: el primero que no salga nada. Que te den el dinero que te ofrecen, pero yo me regreso a Monterrey a buscar un nuevo trabajo. El segundo: ¡que se publique! Y verás que habrá un antes y un después para Hora Cero—, le aseguré.
Durante tres meses y medio se publicaron todas las evidencias de malos manejos financieros en la COMAPA, durante la gestión de Higareda Adam, antes de asumir la candidatura del PRI a la alcaldía: empresas fantasmas y favoritas; obras inexistentes o con sobre costos, prestanombres, entre otras.
Un día tomé un avión con destino a la Ciudad de México y al aterrizar agarré un taxi a un barrio de la populosa delegación de Iztapalapa (hoy municipio). Previamente, en la revisión de los documentos, me llamaron la atención unas facturas de un supuesto proveedor: un negocio de andamios. Me olía mal, decimos los periodistas que investigamos, que desarrollamos el olfato de la duda.
Toqué el portón. Salió la hija del dueño. Me dieron acceso. Me identifiqué y les generé confianza. Y tras una larga y detallada charla, estoy seguro que había logrado la prueba que faltaba para que la Procuraduría de Justicia girara las órdenes de aprehensión: facturas y firmas falsas de ese negocio para sustraer millones de pesos de la COMAPA.
En diciembre del 2000 Estados Unidos otorgó asilo político a Gerardo Higareda Adam, quien atendía un negocio de venta de pinturas en McAllen; a otros involucrados con orden de aprehensión Hora Cero los encontró -antes que las autoridades- dispersos en el Valle de Texas. Uno de ellos trabajando en el organismo de agua de Cuernavaca, Morelos. Y los menos afortunados pisaron la cárcel.
twitter: @hhjimenez