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Sólo para señalar la hipocresía:
La protesta de los Policías Federales por su inclusión a la Guardia Nacional, que tanto espacio ha ganado en los medios de comunicación y las redes sociales, ha traído a mi mente amargas imágenes.
Y como vivimos en un país donde los recuerdos duran una semana (si bien nos va), vale la pena recordar que una madrugada de hace aproximadamente 30 años, durante el nefasto gobierno de Carlos Salinas de Gortari, todos los integrantes del entonces Resguardo Aduanal Mexicano fueron llamados a concentrarse.
Quienes laboraban en Reynosa lo hicieron en los patios de la Aduana, que en ese entonces se encontraba donde hoy está la llamada Plaza de la República.
Una vez que los tuvieron a todos juntos les quitaron las armas (que, por cierto, eran de su propiedad, adquiridas con recursos propios, pues nunca les dieron armamento) y los obligaron a firmar su renuncia al cargo con la amenaza de que, quienes no lo hicieran, serían sujetos a investigaciones y averiguaciones previas por supuestos delitos.
Años después se supo lo que en ese momento era un secreto a voces: la verdadera intención de desaparecer el Resguardo Aduanal era humillarlos por viejas afrentas con el orejón de Palacio Nacional; es por ello que como “un favor” les ofrecían su ingreso a la naciente Policía Fiscal, siempre y cuando renunciaran a sus grados y antigüedad laboral, además de que debían de pasar un curso militarizado de un mes de duración; no recuerdo con exactitud si era en la Ciudad de México o San Luis Potosí, tampoco tengo memoria fotográfica.
En ese entonces los integrantes del Resguardo eran personas con 20 y hasta 30 años de servicio, listos para tramitar, en un par de años, su jubilación. Fue por ello que muchos se decidieron por esta opción.
Todo esto me viene a la memoria porque no recuerdo en esos días enlaces en vivo en cadena nacional, notas en las portadas de los periódicos o gente “indignada” por la forma en la que se les pisotearon los derechos de estos empleados federales y sus familias.
Pasaron los meses y Salinas de Gortari desapareció Telmex, Ferrocarriles Nacionales de México… y todos siguieron sin decir nada.
Años después, Ernesto Zedillo desapareció el dinero de millones de mexicanos vía el Fobaproa… y tampoco nadie dijo nada.
Llegaron los panistas y las cosas no cambiaron. Vicente Fox despidió a miles de burócratas para insertar militantes albiazules en sus puestos… México hizo mutis.
Felipe Calderón no se quedó atrás: acabó la Policía Federal de Caminos para crear la Policía Federal; desapareció Luz y Fuerza del Centro… todos, siguiendo sus vidas como si nada.
Sobra recordar que Peña Nieto desmadró -primero- y luego desmanteló Pemex para rematar los cachitos… por supuesto que el silencio prevaleció entre los mexicanos.
Hoy que la consigna es arrastrar a López Obrador a los pantanos donde se encuentran el PRI, PAN, similares y conexos, ahora sí, todos andan indignados por la rebelión de los Federales.
Ante tanto ruido en los medios y las redes sociales no me queda más que preguntarme: ¿De dónde diablos les salió tanta solidaridad social a quienes antes callaron ante tanta injusticia?
Es cierto, el presidente de la República ha cometido muchísimos errores, algunos tan graves como las disputas que obligaron a su secretario de Hacienda a renunciar al cargo.
Pero lo que también es verdad, es que los opositores al gobierno, aquellos que no pueden superar que ya no tienen el control de las vidas y los dineros de los mexicanos, están usando todas las armas a su disposición para crearle un ambiente hostil al presidente de la República.
Lo gracioso de todo esto es que parece que no saben que el hecho de que derrumben la popularidad del gobierno y, de paso, empantanen su trabajo, no cambia en nada que los mexicanos sigan pensando que ellos son una porquería.