Ahora que andan todos acelerados con las ansias de cambiar por cambiar y muchos quieren desde legalizar el aborto hasta despenalizar la producción y consumo de enervantes como la amapola y marihuana, conviene recordar una frase clásica de nuestros ancestros: “Despacio, que llevo prisa”.
Y es que como que de repente la sociedad mexicana y muchos de sus políticos buscan “subirse” al carrito de las modas, sin realizar una reflexión seria que les lleve a evaluar los beneficios o perjuicios que conlleva el realizar cambios jurídicos de fondo en temas que tradicionalmente se han considerado prohibidos a lo largo de muchos años en el país.
Para muchos resulta poco inteligente e imaginativo seguir “jugando a las vencidas” contra los grupos criminales que se han vuelto verdaderas empresas trasnacionales lucrando con el dolor de miles de mexicanos en los últimos años.
Vaya, números muy conservadores señalan que al menos unos 40 mil mexicanos siguen desaparecidos, convirtiendo a los casi dos millones de kilómetros cuadrados que conforman la República Mexicana en uno de los cementerios más grandes del mundo, y todo asociado al ambiente de impunidad que priva ante el fenómeno de corrupción propiciado por seres perversos que aplican la máxima de “Plata o Plomo”.
Simple y sencillamente muchos creen que con el simple hecho de quitarles la etiqueta de “prohibido e ilegal”, en automático los criminales formarán grandes filas en las iglesias de sus comunidades para pedir perdón por sus fechorías y asesinatos, para paso siguiente “evolucionar” a modernos y progresistas empresarios distribuidores del nuevo producto de consumo. Igual y como muchos lo lograron hacer en los Estados Unidos, luego de que finalizara la famosa Ley Seca.
Conviene recordar casos como los sucedidos en algunas partes del continente africano, cuando diversos grupos, preocupados por la creciente matanza de elefantes y lucrar con la venta de marfil en el mercado negro, poniendo en riesgo la existencia de esta especie decidieron tomar una medida que para muchos lució temeraria: colocar a la venta de manera legal, cientos de toneladas del marfil incautado a los cazadores furtivos, buscando con ello, desmotivar la compra de este producto en el mercado negro y lograr, de una vez por todas, la desaparición de estos criminales.
No obstante, los resultados fueron totalmente contraproducentes. Contrario a lo esperado, al encontrar los consumidores marfil barato y legal, sencillamente aquellos que no lo habían considerado como un producto alcanzable, empezaron a adquirirlo, acabando con los cientos de toneladas disponibles en un breve tiempo.
¿No estaremos corriendo el mismo riesgo?
Con la existencia de productos prohibidos y luego legalizados, se corre el riesgo de que la demanda no disminuya, sino que se dispare a niveles insospechados, entrando a una dimensión más preocupante y peligrosa que en la que nos encontramos.
Conviene que muchos de nuestros legisladores que andan alborotados buscando llevar a toda prisa este tipo de reformas al seno de las cámaras de senadores y diputados, se tomen una buena dosis de cápsulas conocidas como “Ubicatex Compuesta”, para anteponer los verdaderos intereses nacionales, antes de abrir la Caja de Pandora.
Porque como dicen en el rancho: “más vale malo por conocido, que bueno por conocer”.