¨Mi suerte va unida a la de mi circunstancia social…
¡Qué difícil es actuar inteligentemente
si la sociedad se vuelve
estúpida! ¨.
José Antonio Marina
Durante las últimas semanas (confieso) traté de sacarle la vuelta a esa gran “ola monstruo” de información relacionada a la construcción del aeropuerto, llevaba semanas invicto, como si fuera el mejor de los surfistas en la ola gigante añorada para cualquier deportista acuático; pero esa racha victoriosa concluyó, tal vez, me confié y en donde menos me imaginaba caí arrastrado a la profundidad del mar de inmensa información.
Recibí un par de artículos a mi WhatsApp por dos personas que me une gran relación y un compromiso doble hacia ellos (primero, porque todo lo que me envían es valioso y aprendo; segundo, por ser recíproco, ya que han sido generosos con su tiempo y siempre leen lo que escribo antes de publicarlo, podría atreverme a decir: que me sentí presionado) ambos documentos estaban realizados de manera profesional, uno de ellos escrito por Federico Reyes Heroles y el otro una nota periodística internacional.
Les comparto (otra confesión) que no tengo ni la menor idea del tema de la construcción del nuevo aeropuerto, sólo lo básico: un proyecto (que lleva varios años); inversión billonaria; obra importante del actual gobierno; se realizó una consulta para su continuación; se votó en contra y básicamente es todo (literalmente); pero lo que sí sé, que han existido miles de comentarios al respecto, nacionales e internacionales, redes sociales o cualquier otro medio de comunicación, reuniones formales e informales.
En mi caso, estoy seguro de que el suyo será diferente, mi experiencia es muy limitada para dar una opinión referente a esa magna construcción. Tengo 20 años de abogado, que no me respaldan técnicamente sobre el tema; mi incursión en la política (aunque breve, pero gratificante) tampoco me permite hablar con certeza al respecto. Mi círculo de amistades o conocidos, tampoco existe alguno que haya construido un aeropuerto o invertido en uno (perdón si existe alguien que sí, pero no me lo ha compartido y podría entender la reserva del caso).
Pero tratando de hacer memoria (que fue muy sencillo) me dí a la tarea de recordar si por casualidad había tenido alguna lectura accidentada que me permitiera dar una seria reflexión a favor o en contra de la construcción de dicha obra, pero no, por el contrario, mis lecturas corren en sentido contrario, acabo de concluir un libro extraordinario de Pablo Boullosa “El corazón es un resorte” pero tampoco habla del tema; actualmente estoy leyendo a José Antonio Marina (por recomendación del maestro Boullosa) “Las culturas fracasadas” (que me servirá como palanca de referencia en mi próximo editorial) pero tampoco menciona el tema; así fui escudriñando cualquier tipo de recoveco en donde me diera la pauta para ofertar un comentario serio, pero no, no existió.
Considero que ponerme a leer al respecto para opinar sobre algo que no estoy seguro, sería como estudiar un par de horas antes de un examen profesional e intentar salir bien librado. Lo que si puedo es tratar de ubicarlo en mi ejercicio profesional y esto me viene a la memoria una publicación reciente que realizara hace unos días el maestro e investigador del Centro de Estudios Jurídicos Carbonell Edgar Caballero González en sus redes sociales: “He leído varias notas con el título: “La SCJN ampara a Peña Nieto”. Hay mucho desconocimiento en las personas que ejercen el periodismo sobre las garantías constitucionales. Para identificar las características de la suspensión del acto en el amparo, y en la controversia constitucional, es necesario saber derecho procesal constitucional” y de manera extraordinaria daba paso a publicitar un curso que impartiría sobre derecho procesal constitucional. Pues de la misma manera que ejemplifica el maestro Caballero González su preocupación al opinar y confundir a un novel lector he decidido compartir mi ignorancia sobre el tema de la construcción del nuevo aeropuerto.
A raíz de los dos (únicos) artículos que leí, más que comentarios, opiniones o reflexiones, solo me brotan preguntas: ¿Pudo evitar el gobierno actual esa cancelación? ¿Pensó realmente en ganar la elección presidencial y continuar con ese proyecto billonario? ¿O tal vez pensó que AMLO le iba a temblar la mano para enfrentarse al monstruo económico internacional? ¿O tal vez el proyecto no fue planeado con tiempo? ¿O el proyecto requerirá al menos dos o tres sexenios? ¿Engañaron al presidente con los tiempos? ¿Estaba consciente de lo que representaba? ¿Está cometiendo un gran error AMLO? ¿La consulta fue legal? ¿Fue democrática? ¿El porcentaje mínimo de participación legitima el resultado? ¿Es una venganza de AMLO al sector empresarial? ¿Realmente es mejor Texcoco que Santa Lucía? ¿Está perdiendo su capital político AMLO antes de gobernar? ¿Habrá un retraso en la cancelación en perjuicio de los mexicanos? ¿Se cuantificaron los daños directos e indirectos? ¿Es un lujo la construcción, no la merecemos? ¿Hay corrupción?
La lista de interrogantes es muy amplia, sin embargo, lo preocupante son las respuestas, son en sentido contrario dependiendo qué grupo lo argumente. La tribuna es la misma, las redes sociales en su gran mayoría se han llevado las notas principales, y para sacar una conclusión, sin ser expertos como yo, estaríamos girando sobre el mismo eje.
Tal vez lo que motiva a opinar sin fundamento (habrá honradas excepciones) es la vitrina de expresión representada por las redes sociales. Twitter o Facebook dan al necio una audiencia similar a la de cualquier premio Nobel, así lo expresa el gran Umberto Eco o lo que nos dice el maestro Enrique Krauze que la gente entra a Twitter con ganas de saber nuevas cosas, de encontrar un dialogo fraterno y de una futura amistad, tal vez como una especie de antídoto contra la soledad, pero también nos encontramos, como en cualquier otra parte, a la que vamos sin conocer, en algún rincón a un sicario con pistola verbal que en el mejor de los casos nos desorienta, en el peor nos insulta.
Un “trending topic” se ha convertido en un plebiscito efímero nos asegura el maestro José Antonio Marina y se pregunta: ¿Cómo se constituye actualmente el ‘espacio público’? ¿Cuál es la calidad de la información y de los lectores? Estamos ante una nueva ‘revolución de los lectores’, y vuelve a interrogarse: ¿pero de qué lectores?
Si muchos opinan sin ser expertos ¿por qué no habré de compartir mi
ignorancia al respecto?