En esta ocasión -y espero que sea la última-, voy a recomendarle a quien lea esto que se abstengan de asistir a un lugar.
Y antes de iniciar les aclaro que estoy completamente consciente que puedo verme como el profeta en el desierto, el viejito que le grita enojado a una nube, a quien nadie le va a hacer caso, pero no me importa.
Quiero alzar mi voz porque creo que es importante externar mi molestia con la cadena de hamburguesas y comida rápida Carl’s Jr. quienes, me queda claro, no les importan sus clientes y mucho menos las familias.
Les cuento: hace unos días acudí con mi hija de 8 años a la sucursal que está en la calle Morelos, en el centro de Monterrey.
Al igual que muchos padres, acudí ahí por la “conveniencia” de un alimento rápido para la niña quien, no puedo negarlo, disfruta mucho de sus tiras de pollo.
Como muchos padres sé que la comida que ahí sirven nutricionalmente es una porquería, pero bueno, la rapidez y conveniencia.
De inmediato me llamó la atención que al ser las tres de la tarde, había al menos una docena de niños mayores y menores que Irene, comiendo con sus papás.
El problema vino cuando me di cuenta los videos musicales que tenían en la pantalla: J Balvin con su tema “Rojo”, donde aparece como un fantasma que espanta a los novios de su novia. El problema es que el intérprete sale con un maquillaje con la cabeza reventada y todo manchado de sangre.
Pero la gota que derramó el vaso fue un videoclip de “Gatúbela” de Karol G donde, para no irnos tan lejos intentando justificar lo obvio, presentan una orgía.
Obviamente como padre me ofendió de sobremanera que mi hija estuviera expuesta a esas imágenes y se lo hice ver al joven gerente de la sucursal quien, me explicó, tenían en las pantallas esos videos “por mercadotecnia”.
Ilusamente pensé que si externaba mi molestia directamente a Carl’s Jr. vía Twitter iba a recibir una respuesta menos tonta… qué equivocado estaba.
A unas horas de haber publicado mi molestia en la red social, donde pregunté a la cadena si consideraban apropiado transmitir esos videos en un local que, se supone, es familiar, el Community Manager me contestó (refiriéndose a mi hija): “ya no la dejes salir”.
Esta respuesta tan estúpida me hizo comprender que a Carl’s Jr. no le importan las familias y el hecho de que su logotipo sea la caricatura de una estrellita sonriente, ofrezcan un menú infantil y tengan juegos infantiles en la mayoría de sus instalaciones, solo es un gancho para atraer clientela.
Sobra decir que ni yo o alguien de mi familia volveremos a este lugar y exhorto a todos los que lean esto a que hagan lo mismo.
Es verdad, Carl’s Jr. no irá a la quiebra por mi veto, pero es cuestión de principios y, además, a mí me importa mucho el material en video al que está expuesta mi hija.
Adiós Carl’s Jr., los Ramos Hernández no te vamos a extrañar.