He querido comprender, y a veces hasta justificar, una tras otra las fallas de lo “sabios” del Gobierno federal que organizaron la estrategia para enfrentar la pandemia del Covid-19.
Me he tomado ese atrevimiento de cuestionar porque desde mediados de marzo seguí muy de cerca las medidas que implementaron Italia y España, dos de los primeros países de Europa más castigados, aun con la resistencia de la población, empresarios y partidos de oposición.
No fue fácil meter a casi 110 millones de habitantes a un encierro de dos meses, porque en ciudades como Milán, Barcelona y Madrid, entre otras metrópolis, se resistían a hacerlo privilegiando la economía o, peor, al minimizar el grado de mortalidad del Covid-19.
Si algo en México debo reconocer y aplaudir es la decisión de suspender las clases presenciales en todos los niveles, porque de lo contrario los números de muertos, contagios, sospechosos y personas actualmente activas con Coronavirus serían peores a los actuales.
Hasta el cierre de esta edición 120 mil 102 casos positivos (incluyendo pacientes dados de alta), 14 mil 53 decesos, 18 mil 416 positivos y casi 46 mil 398 sospechosos (vivos y muertos) de los cuales un buen porcentaje se sumarán a fallecidos, descartados o recuperados, comprueban que los planes de contención del virus fracasaron.
Quiero reconocer que hace dos días, cuando España reportó cero muertos, experimenté entre alegría, nostalgia y coraje. Alegría por ellos, nostalgia al recordar cuando escribí sobre las peores cifras de casi mil muertos en 24 horas, y coraje porque en México los errores y desmentidos entre el presidente y sus “sabios” es público.
¿A qué me refiero? En días recientes Andrés Manuel López Obrador reanudó sus giras con las peores cifras de contagios afirmando que la pandemia estaba domada, mientras que Hugo López-Gatell (sobra escribir quién es porque ya es un tipo rockstar de portadas de Quién), simplemente lo desmintió.
¡Viva México señores!
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