Mis ocupaciones acá en el periódico me habían detenido a sentarme a escribir estas líneas sobre la victoria de esa partida de inútiles mejor conocidos como la Selección Mexicana de futbol.
No lo voy a negar, vi completo el juego donde le pasaron por encima a una limitadísima selección hondureña.
Pero aclaro: el único motivo por el que lo ví fue por el morbo de haberlos visto perder y quedar eliminados de ese torneo molero llamado… ¿cómo se llama, por cierto? Ni me acuerdo y me da flojera googlearlo.
Más allá de las ruidosas celebraciones de los trompetistas que ya sacaron la jalada esa de que “despertó el gigante de la Concacaf”, el resultado del 4-0 me parece mucho más indignante que si hubieran perdido.
Y sí… no van a faltar quienes me acusen de que nada me gusta y que ningún chile le pone sabor a mi salsa… la frase es más guarra, pero no la voy a poner aquí.
Pero la verdad este triunfo me molesta más porque demuestra -sin lugar a dudas-, que estos once muertos tienen la capacidad de pasarle por encima a un combinado de otros once muertos sin problema alguno.
O sea, comprueban que siempre han podido medio jugar bien… solo que no habían querido.
Celebrar este cuatro por cero es aceptar (y eso no puedo hacerlo), que mágicamente y de la noche a la mañana Raúl Jiménez, Alexis Vega, Edson Alvarado y los otros 8 inflados, aprendieron a jugar futbol y ahora sí saben qué hacer con la pelotita.
No puedo aceptar eso y no lo puedo aceptar porque es más fácil creer que estos muchachones saltan a la cancha todos soberbios pensando que porque en sus respectivos equipos les pagan una millonada, son mucho mejores que los rivales que tienen enfrente.
Ganarle 4-0 a Honduras no es ninguna hazaña… es lo normal.
No ves a un elefante celebrar cuando aparrucha a una hormiga, o un León cuando se come a un antílope.
Que no nos quieran ver la cara, México debería estar para pasarle por encima a Canada (donde seguro entrenan en canchas de hockey y entre manadas de alces) y Estados Unidos, donde se nutren de una liga que ha ganado atención nomás por los millones que ha gastado en traerse estrellas en el otoño de su carrera.