Lástima que los tres meses que le restan en el cargo le impedirán seguramente estar presente, en primera fila, para ver cómo el Congreso del Estado intentará resucitar un casi cadáver que usted mandó a la tumba: la Comisión de Transparencia y Acceso a la Información de Nuevo León.
Muy lejos está cuando hace cinco años el mismo Poder Legislativo confió que una persona como usted, Guillermo Mijares Torres, llegaría a ese instituto para darle confianza a los ciudadanos sobre temas de transparencia en el manejo del erario de las instituciones de gobierno.
Pero cuando sintió el poder en sus manos hizo todo lo contrario. Primero se creyó dueño de la CTAINL y que los diputados -en 2008- le habían entregado firmadas las escrituras del organismo para manejarlo a su completo antojo como si fuera su propia empresa.
Vaya, con tan poco se enloqueció como muchos gobernantes en México que se sienten intocables y soberbios cuando llegan a un puesto, olvidando que fueron puestos, algunos, gracias al voto de los ciudadano, y otros como es su caso, que llegaron producto de una negociación de los partidos políticos.
Desde que pisó por vez primera los pasillos de la CTAINL sembró el terror entre los empleados, a quienes les hizo ver que debían arrodillarse ente su secretaria de nombre María Dolores Castillo para estar bien con usted. Y esa debilidad que nunca escondió lo acompañó en su corto virreinato.
Cuando los habitantes de Nuevo León pensaron que los capítulos más oscuros del organismo eran cosa del pasado, faltaba lo peor en sus tres años en el puesto de comisionado presidente.
Seguramente jamás imaginó que lo mismos diputados, a quienes menospreció en reiteradas declaraciones y a los cuales sólo faltó escupirles, lo exhibirían de cuerpo entero como el peor de los titulares de la CTAINL en su breve historia.
Y será el Poder Legislativo quien lo sentará en un comal ardiendo cuando lo cite a comparecer para hablar de las reformas a la institución o para rendirle cuentas de todas las anomalías, porque antes de dejarlo ir los diputados lo tratarán no menos a como usted los trató.
Escaso del mínimo sentido político, en este agónico último tramo de su gestión se creyó un vicegobernador de Nuevo León, olvidando que sólo hay uno. Y que los legisladores, así como lo pusieron en el cargo, lo colocarán en la vitrina del descrédito, porque su lengua contra ellos nunca tuvo freno.
Seguramente los próximos dos comisionados -si no hay cambios profundos en la CTAINL en un corto tiempo-, deberán no solamente contar con un currículum que avale sus capacidades, que aprueben exámenes y que no sean producto de una cesárea de los partidos políticos.
Fue increíble ver cómo con tan poco se sintió intocable y estrella en el firmamento; además, usted y su “Lolis” quisieron humillar a personas externas como lo hizo con los empleados de la CTAINL sin darse cuenta que esas actitudes se iban a revertir en su contra.
Cubierto de ese falso blindaje al encabezar un órgano autónomo, el Congreso no tuvo más remedio que intervenir para meter orden luego de innumerables quejas e impotencia de ciudadanos; de notas periodísticas sobre gastos excesivos y otros abusos, así como graves violaciones a las propias leyes sobre protección de datos de su parte y de su aliado Sergio Antonio Moncayo.
Usted, Guillermo Mijares Torres, cometió el peor de los errores con esa prepotente forma de manejar la institución que creyó era propiedad suya: exhibir un lado débil del gobierno de Rodrigo Medina de la Cruz cuando, a dos años dejar su encargo, debería empezar a cosechar logros y aplausos, y no cargar con un lastre como usted.
Porque la oscura Comisión de Transparencia debió generar confianza absoluta entre los ciudadanos de Nuevo León, no la completa duda, con pestilente hedor.
Por eso, si aún tiene dignidad, no descarte presentar su renuncia, olvidando los sueños guajiros de perpetuarse en el poder. Sueños de quien se creyó un faraón.
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