
Toda la historia trata sobre una sola persona, de características ordinarias y singulares. En Un dolor real, se sufren y se gozan, por igual, las acciones de un hombre joven que no puede ocultar su verdadera esencia de sinceridad permanente. Para bien o para mal.
Los primos David y Benji Kaplan (Eissenberg y Culkin) son opuestos en todo. El primero se casó y formó una familia, y el segundo se convirtió en casi un vagabundo sin empleo, y entre complicaciones emocionales más allá de la normalidad. Pero se quieren y se guardan un afecto mutuo de infancia compartida.
Juntos emprenden un viaje a Polonia, para visitar la casa de su abuela y reconectarse con su herencia europea.
Forman parte de un pequeño grupo de turistas que andan juntos para todos lados. Y así, compactados, pasan por algunas peripecias propias de los recorridos en tierras lejanas.
Eisenberg escribe, dirige y coprotagoniza esta historia encantadora, con un toque muy personal, en la que, evidentemente ajusta cuentas con su pasado judío.
Lo más sorprendente del guion es la sencillez y la carencia de complicaciones, lo cual duplica su valor, y remarca su brillantez. Porque lo que escribe es una historia muy sencilla, pero con una sorprendente profundidad, basada en eventos ordinarios.
Culkin hace una genial interpretación de Benji, un hombre ingenuo, honesto y sin filtros. Es tierno y brutal, simultáneamente, pero es aceptado por su sinceridad manifiesta. Puede provocar una exasperación instantánea, por su tendencia a ser disruptivo, pero el origen de sus aportaciones lo vacuna, pues todo le sale del corazón.
En el trayecto y entre acompañantes, Benji no es capaz de esconder su forma de ser. Solamente es, lo que podría generarle cualquier cauda de antipatías. Los efectos que produce son variados, pero sí puede resultar, como lo menciona el título, un dolor verdadero para quienes están a su alrededor.
En un viaje entre desconocidos, las relaciones son frágiles. Pero este hombre joven se abre, mostrándose sin velos para absorber la experiencia completa en tierra de ancestros. Puede resultar impertinente, por sus observaciones desentonadas, pero tiene una forma de presentarlas que desarman. Más allá de los sentimientos manifiestos en palabras, Benji consigue transparentar el alma.
El recorrido es turístico, por los puntos de interés de Polonia, un país afectado por el nazismo en la Segunda Guerra Mundial. La ocasión sirve para que Benji cuestione todo, principalmente, la honestidad del grupo que viaja en clase premier, en contraste, alega, con las atrocidades vividas por quienes estuvieron por los sitios a los que llegarán, y que pasaron por sufrimientos que nada tienen que ver con primera clase.
La paciencia de David es puesta a prueba, pues en realidad no conocía a su primo, dispuesto a alzar la voz en el nombre de la verdad, por más dolorosa e incómoda que sea. A fin de cuentas, sus visiones de la vida debían chocar, pues están en el extremo de las personalidades.
Eissenberg ya había dado muestra de su ingenio en Cuando termines de salvar el mundo, del 2022, una comedia y drama familiar sobre las expectativas que hay en los hijos.
Ahora, se confirma como un pequeño genio en ciernes en los dos lados de la cámara. Su mano diestra como guionista y director muestra que ha estado largo tiempo en el negocio del cine y sabe expresarse con bastante claridad.
Un dolor real es una pequeña gran película.
@LucianoCampos G