Las comedias del productor Jude Apatow son mejores cuando aborda temas serios. Es más festivo cuando se torna ácido y depresivo. Aunque son producciones para reír, siempre deja una incómoda reflexión.
Consolidado como el gran genio de la comedia en el nuevo milenio, Apatow presenta Un amor inseparable (The Big Sick, 2017) historia interracial que sobresale por su contenido social, los excelentes diálogos y una anécdota que, si bien se parece a muchas, tiene sus propios aspectos de singularidad.
La producción tiene su centro en el comediante Kumail Nanjiani, nacido en Pakistán, quien también es acreditado como guionista y productor. El personaje tiene el mismo nombre de la persona y se basa en la vida misma del histrión que emigró de joven de Asia a Estados Unidos.
Como se narra en esta aventura étnico-romántica, en América encontró el amor, pero tuvo que pasar por numerosas dificultades, principalmente por el choque cultural.
La historia tiene un formato muy similar a “Siempre hay tiempo para reir” (Funny People, 2009), escrita y dirigida por Apatow que, como aquí, echa un vistazo a la nada glamorosa ocupación, detrás del escenario, de los comediantes en vivo.
Kumail divide su tiempo entre trabajos como comediante en un bar y taxista. Un día conoce Emily (Zoe Kazan), una guapa joven típica estadounidense de la que se enamora, aunque él debe ocultar la relación a su tradicional familia, que espera que se case con una de “los suyos”. Hasta que un día la chica enferma, lo que lo mueve a cuestionarse quién es y qué es lo que quiere.
Toda la película está hecha de frases ingeniosas. Predominan los diálogos en los que las personas se atacan con refinadas ironías. Se lastiman con revelaciones afiladas, pero sin perder el humor. A través de esos intercambios virulentos, las personas enfrentan sus propias realidades dolorosas, y desnudan sus fracasos personales y existenciales. Y sólo así, lanzándose dardos, consiguen crecer. El astuto discurso sugiere que, a veces, el despistado debe agradecer la mano que le da la bofetada que lo despierta.
El director Michael Showalter hace que la película sea como una larga comedia Stand Up, aunque en lugar de una tarima, coloca a sus estrellas en otros escenarios, como es el trabajo, la casa, el hospital. Kumail ha aprendido bien el oficio que desarrolla en la cantina, pues lo emplea para convivir en sociedad.
Aunque le resulta cansado estar todo el tiempo haciendo el papel de tipo listo, consigue contagiar de su particular sentido del humor a todas las personas que lo rodean, que terminan mimetizándose con su percepción pesimista de la vida, en la que solo podrá sobrevivir riendo, para evitar el llanto.
Ray Romano y Holly Hunter, como los padres neuróticos de Emily, aportan solidez a la historia, y confirman que, con Apatow, los momentos más divertidos ocurren cuando los personajes se vuelven solemnes, se enfadan o envían todo al diablo. No les resulta sencillo aceptar que su pequeña se involucre con un paquistaní, que habla el inglés con acento, carece de título universitario y que, además, se gana la vida entre borrachos y conduciendo un coche de alquiler. Y, por encima de todo, es seguidor del Islam, una marca religiosa repudiada por muchos estadounidenses, como se muestra despreocupadamente en la cinta.
Un amor inseparable es una agridulce comedia con certero humor adulto.