Triple Frontera (Triple Frontier, 2019) muestra, en una metafórica pequeña escala, cómo Estados Unidos utiliza su fuerza imbatible para abusar de los países a los que desea saquear.
El espectacular lanzamiento de Netflix remite a cinco soldados de élite, entrenados en el poderoso ejército estadounidense, que emplean sus habilidades letales para beneficio personal. Si consuman el plan, los réditos serán descomunales.
Como descargo de los guerreros, es indispensable apuntar que su objetivo es un poderoso narcotraficante sudamericano.
La alineación en la mega producción, escrita y dirigida por J.C. Chandor, es encabezada por Oscar Isaac, Ben Affleck, Charlie Hunnam, Garret Hedlund y Pedro Pascal.
La premisa es muy sencilla y el desarrollo de la historia se toma demasiadas licencias creativas. Isaac es un agente especial que conoce el paradero de un mafioso que se esconde, junto con las millonarias ganancias de su negocio ilícito, en la selva del Amazonas. En lugar de reportar el hallazgo a la Justicia de su país, decide quedarse con la información.
De esta forma, crea un equipo con sus amigos para tomar por asalto el búnker y llevarse el efectivo que amasa el capo. Aunque están por perpetrar un golpe fuera de la ley, la historia los trata a todos con dulzura. La narración se pone de su lado y los mira con simpatía.
Además están muy necesitados de efectivo. La patria a la que han servido no les ha retribuido los descomunales servicios que han proporcionado a su gobierno, garante de la democracia universal. Es tiempo de que obtengan beneficio de sus destrezas.
Por supuesto, algo sale mal.
Netflix presenta una película que es entretenimiento puro, con toneladas de acción en un nivel de delicioso refinamiento. Es un placer observar las progresiones de este comando de elementos altamente especializados, infiltrarse en territorio enemigo y arrasar con cualquier obstáculo que se interpone en su camino.
Es magnífica la escena del gran asalto al refugio. Los gringos convertidos en mercenarios de buen corazón, se enfrentan a enemigos armados, pero sin preparación. Su incursión parece un juego de niños. Son como las Fuerzas Armadas del Tío Sam, que pueden invadir cualquier país, descargar su fuerza descomunal para ejercer dominio, y tomar a voluntad lo que desean, el petróleo, por ejemplo. Así, estos antihéroes tienen que pasar una serie de durísimos obstáculos para salirse con la suya, aunque el resultado del operativo sea azaroso.
Hay grandes explosiones, aventura por aire, mar y tierra, travesía en la selva y el desierto, escenarios coloridos y balazos a cubetadas. La tensión es enorme y la moralidad de los personajes es bastante cuestionable.
Estos amigos son una suerte de La Pandilla Salvaje (The Wild Bunch, 1969): una punta de despiadados pistoleros que, pese a todo, saben mantenerse unidos y, más, en los momentos de crisis.
Triple Frontera muestra a soldados que se convierten en la mayor preocupación de cualquier Ejército: son los que desertan para delinquir usando los recursos aprendidos, que los convirtieron en máquinas de asesinar.
Pero en este caso no importa, porque todos ellos son galanazos, y su víctima es un aborrecible vendedor de narcóticos.