John Callahan es cuadraplégico y alcohólico, dotado con una sensibilidad especial para el humor gráfico. Solo en el mundo, tiene que enfrentar numerosos obstáculos para sobrevivir en su condición que lo aleja de la sociedad.
Hasta que un día decide dejar la copa, y su vida comienza a tomar rumbo.
La premisa de la propuesta biográfica No te preocupes, no irá lejos (Don´t worry, he wont get far on foot, 2018), se parece a muchas otras, pero la mano maestra del director Gus Van Sant la aparta del cliché y la aproxima, con mucho tacto, al personaje atribulado, acompañándolo en su doloroso trayecto existencial que empezó mucho antes del accidente automovilístico que lo confinó a una silla de ruedas.
Aunque parece inspiracional y de superación personal, la película se conduce como una historia de vida cruda, de alguien que, en la adversidad total, encontró la forma de reinventarse. Joaquín Phoenix, siempre cómodo en roles marginales, vuelve a dar otro soberbio golpe interpretativo, al personificar a esta persona que anda feliz entre fiestas y, luego, devastado sobre dos llantas. Instalado en un trance doloroso, la amargura lo ha consumido espiritualmente.
Son desconsoladoras las imágenes que muestran al pobre John postrado en su vehículo particular, esforzándose con movimientos torpes, para destapar la botella que le dará tranquilidad, lo adormecerá y le aliviará de la miseria en la que vive y la autocompasión que lo rebasa, al saberse un lisiado.
John ha tocado el fondo. Ha alcanzado el nivel más bajo de la dignidad adulta, al colarse a fiestas, vomitar sin rubor, dormitar en la mesa. Está esclavizado por el alcohol. Su buena estabilidad depende de sentirse ebrio. Su conducta alcanza un punto culminante cuando encuentra en el camino a un imbécil, interpretado por el siempre solvente Jack Black, que es un maestro para comportarse como un niño. La reunión con esta persona lo lleva a la destrucción.
El notable trabajo de edición hace que, al explorar una variante del relato lineal, la anécdota se fragmente en lugares y momentos, con saltos de ciudades y años. El cascabelero John pasa, en un instante, a ser el amargado tipo discapacitado, que no puede ni con su alma. Hasta que encuentra, en el camino a Donnie, un gurú de la sanación etílica que lo guiará por entre las brumas de sus padecimientos mentales, hasta encontrar una escapatoria de su desdicha. En medio del caos descubre su vocación creativa. Jonah Hill, con su nuevo aspecto esbelto, casi irreconocible, hace otro gran trabajo como el inesperado amigo que ayuda a recuperarse a toda una comunidad de dipsómanos que, como el cartonista, acuden a recibir su mentoría.
Es mucho menos solemne que Mi pie izquierdo (My left foot, 1989) y menos agresiva que Más fuerte que el Destino (Stronger, 2017).
Sin permitirse el gusto taquillero de la cursilería, Van Sant se adentra en el corazón de una persona destruida, que encuentra salvación en la amistad y el arte. Con toques de humor ácido, aportados, principalmente, por personas que aprenden a aceptarse y a reírse de ellas mismas, el drama ofrece una interesante perspectiva sobre la ruta extraviada y el reencuentro personal.
La música de jazz de Danny Elfman es excepcional.
Callahan estaría orgulloso del retrato que hace Phoenix de su persona.
No te preocupes, no irá lejos, es la crónica de una victoria pero, también, de un infierno que, muchas veces, antecede a las grandes odiseas personales.