
Con Terminator: La Salvación, la franquicia del obstinado androide destructor continúa en su ruta descendente, hacia su propia eliminación.
En su cuarta cinta, el robot enviado del futuro ha quedado relegado por una serie de subtramas que deforman al personaje y dispersan el protagonismo entre nuevos roles emergentes y de escaso atractivo.
Esta nueva cinta tiene muy poco de Terminator. En el 84 James Cameron, en su labor de espléndido director y superdotado guionista, asombró al mundo con Terminator, la historia de un aterrador autómata enviado del futuro para asesinar, en el presente, a quien será, años después, líder de la resistencia humana en su lucha contra las máquinas. Arnold Schwarzenegger, antagonista, se convirtió en una estrella instantánea.
En el 91, Cameron lo hizo de nuevo. Refinó la personalidad del exterminador, pasándolo al lado de los buenos, con un simple y efectivo plumazo en el libreto, y presentó Terminator 2, una explosiva cinta de aventuras con efectos especiales de primera fila.
En el 2003, Mostow trajo la vergonzosa Terminator 3: La Rebelión de las Máquinas, que auguraba la muerte de la serie.
Pero ahora el videoasta McG la revitaliza con una historia que se aparta, por completo, de la premisa. Terminator 4 sigue el planteamiento futurista y apocalíptico. John Connor, el héroe de la resistencia, ha crecido. Su misión es destruir la fábrica en la que son creados los robots.
Para ello debe auxiliarse de un misterioso personaje que, cerca del final, revela su verdadera identidad y sus intenciones.
Un largísimo primer acto, lleva a una confrontación esperada en la que Connor se enfrasca en un duelo contra las máquinas. El líder rebelde, con un extraordinario entrenamiento militar, no solamente tiene capacidad para eludir golpes letales de las máquinas asesinas, sino también de soportar esos impactos demoledores que, por la magia del cine, sólo le provocan contusiones leves y, en el peor de los casos, que sea proyectado algunos metros.
A estas alturas de la serie, es prácticamente imposible seguir el orden cronológico de los acontecimientos y la saga de los personajes. En un inicio, Kyle Reese es enviado del futuro. Salva a Sarah Connor, pero se convierte en padre del guerrillero que lo envió a salvar a su madre, aunque Reese muere en el pasado. En esta última entrega Connor pelea al lado de Reese, quien es mucho menor en edad que él y que en un futuro se convertirá en su padre. Una locura. Afortunadamente, T-4 puede ser entendida sin antecedentes y no se sale de control. No hay aquí sofisticación literaria. Brancato y Ferris no son Cameron, y la idea de la acción aquí es obsequiosa, nada complicada, carente de creatividad.
Adolece de un buen antagónico. El temido Terminator es sólo un concepto representado por una serie de cyborgs sin personalidad, hechos en serie, que son la fuerza oposi-tora del protagónico.
El gran atractivo es la presentación de efectos creados mediante el sistema CGI (imágenes creadas por computadora), que revelan un mundo nuevo, gobernado por las máquinas y combatientes que escaparon de las aventuras de Mad Max.
Gracias a esta tecnología puede verse de nuevo, en un pequeño papel al mismísimo Schawarzenegger, rejuvenecido como hace 25 años. Terminator La Salvación es una aceptable película de ciencia ficción, pero indigna para el personaje que es ya un clásico de la cinematografía mundial y que, sin la tutela de Cameron, se quedó huérfano.
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