Como una apretada lección de historia, Napoleón muestra al histórico general francés, convertido en emperador, que llevó una vida intensa que osciló entre sus sonadas victorias y los rotundos fracasos.
El maestro Ridley Scott demuestra, una vez más, que controla con maestría las producciones grandes. El paralelo obligado aquí es con su film emblemático Gladiador (Gladiator, 2000), que ubicó la escena en la antigua Roma de los Césares. Pero aquella remota epopeya del esclavo convertido en héroe es mucho más intensa e interesante que esta recreación de la época de finales del Siglo XVII en la que el militar de Córcega ascendió en el escalafón para convertirse en el soberano del país.
Joaquin Phoenix, con traje que parece disfraz, hace una interpretación mesurada de Napoleón Bonaparte, que comanda a sus soldados, liderándolos en el frente de batalla para obtener la gloria, y también para sufrir amarguras por las derrotas. Pero, por momentos, parece que se va al lado de la parodia del personaje, mostrándolo con desvaríos cercanos a la comicidad.
La cinta es un acontecimiento fílmico, por su enorme elaboración, colmada de espectacularidad en tiempos de la mítica Revolución Francesa. El arte es soberbio, con una recreación impecable del tiempo, con una elaboración meticulosa de los escenarios, con iluminación nocturna de veladoras y un vestuario que seguramente le garantizará premiaciones.
Las batallas son desfiles militares impresionantes, con suntuosas tomas abiertas que daban cuenta de los esfuerzos descomunales de aquellos tiempos, por controlar masas de miles de hombres que tenían que coordinarse para aniquilar al ejército enemigo.
Pero la película se sostiene más por méritos técnicos, que por la anécdota y sus actuaciones.
El General tuvo una relación insana con la viuda Josefina, que fue su amiga, consorte y confidente y quien le falló de muchas maneras, aunque conseguía mantenerlo cerca, pese a sus infidelidades y el trato irrespetuoso que le daba. Vanessa Kirby hace, también, una labor contenida con la amante del genio, que aprendió a adaptarse a su personalidad volátil.
Es necesario superar el factor de la precisión histórica. Desde que los personajes en Francia hablan en inglés, queda claro que esta es una obra de ficción con la que el guionista David Scarpa interpreta hechos que ocurrieron, con algunos personajes inventados. Superado el escollo, se puede entender que este muchacho, soldado con arrojo, tenía un liderazgo natural que lo hizo subir posiciones vertiginosamente.
Pero no hay que pedir verosimilitud. Scott busca hacer un filme interesante, más que didáctico. Y se toma sus libertades. De esta forma, a una orden suya, los soldados que tenían que detenerlo, se vuelven contra los políticos rapaces. Los hombres con fusiles encargados de impedir su regreso al país, con una arenga se le unen. Porque parece que el discurso de Napoleón es irresistible y que su lengua afilada convence a cualquier incrédulo.
Aunque el personaje tiene sus matices, principalmente en cuestiones de amor, en la política y la guerra no tenía un desempeño tan interesante. Podría pasar como un hombre mesurado, que actuó con calculo y buen tino para avanzar entre los puestos de gobierno, hasta proclamarse rey. Pero no aparece, por ahí la personalidad extravagante que lo haría distinguido. Son mucho más atractivos el psicópata emperador Commodus, que interpretó Phoenix, o el general estoico Maximus, de Russell Crowe, que pasaron por terribles rompimientos y acontecimientos traumáticos.
Este Napoleón, en cambio, sí es un genio militar para atacar por los flancos, y ordenar la carga de la caballería en el momento preciso, pero no se ve que haya pasado por algún hecho que, en lo personal, le haya dado una sacudida a su vida.
La conocida derrota de Waterloo fue su sentencia.
El episodio del exilio, históricamente conocido, es un final anticlimático, con un lento epílogo. Decadente, despreciado y olvidado, el renombrado general pereció prácticamente solo.
Queda, este gran evento fílmico como un interesante homenaje a Napoleón, el ambicioso héroe de guerra que dominó Europa, al desafiar a poderosos imperios y naciones. Pero, definitivamente no es lo mejor de Ridley Scott.
@LucianoCampos G