
Como oferta de cine de animación, hecho con tecnología stop motion, Memorias de un caracol contiene una de las historias más tristes y originales de los últimos años.
Se presenta como una comedia pero es, en realidad, un drama doloroso de una niña carente de alegrías y expuesta a las calamidades.
El genio director y guionista Adam Eliott ubica la historia en Australia en los años 70. Grace es una niña que crece ve desintegrarse el hogar cuando su padre repentinamente fallece. Su universo se desmorona.
A partir de ahí está obligada a sobrevivir en soledad física y espiritual, inmersa en un mundo lleno de maldad en el que no puede protegerse. Su familia de acogida es de una pareja bien intencionada, pero con costumbres que generan un ambiente familiar nada recomendable.
La chica tiene obsesión con los caracoles, como un reflejo freudiano de serenidad, indiferencia y aislamiento del mundo. Pero no deja de ser una soñadora, observando el paso de la vida, con toda la felicidad que le es permanentemente negada.
Desea reunirse con su hermano, pero las circunstancias los apartan, sin saber que él está sometido a un régimen de tormentos, casi esclavizado por la familia a su cuidado, y al borde de padecer un desenlace fatal.
Inexperta y llena de angustia, Grace se deja cegar por el amor romántico e ideal, sin analizar la vida que le ofrece su pareja. La relación idílica está destinada al desastre.
Pero la chica no cede, hasta que entra a su vida una amiga inesperada, Pinky, una anciana hippie que le da un nuevo significado a sus días llenándola de esperanza y optimismo, como un renacimiento.
Toda la animación es tremendamente emocional con personajes grotescos, algunos francamente asquerosos, como reflejo de la psique lastimada de la chica que, no pierde la fe en la humanidad y busca permanentemente la felicidad, pese a las noticias descorazonadoras que le llegan de la suerte de su hermano.
La técnica es la misma utilizada por el realizador en la galardonada obra previa Mary y Max (2009), sobre la relación insólita por correspondencia entre una niña y un anciano, ubicados en extremos del mundo que se ayudan a crecer mutuamente en su intercambio epistolar.
Grace en su isla existencial puede refugiarse en el ánimo siempre alto de Pinky, mientras espera una buena noticia que le regrese la fe en la vida.
La animación de Eliott, ganador del Oscar, no es refinada en su técnica de figuras de pasta, con movimientos artesanales. No se le parece en nada a los modelos perfectos de Aardman, pero lo que le falta en definición plástica le sobra en humanidad.
Porque Grace es una persona tremendamente imperfecta, pero con un enorme corazón que la convierte en un ser entrañable.
Memorias de un caracol es una bella cinta animada sobre un ser que parece insignificante, pero que tiene una intensa vida emocional.
Magnífica, pero con temáticas y acciones propias para adultos.
@LucianoCampos G