
En su inicio, Crepúsculo la saga. Amanecer: Parte 1, muestra a Taylor Lautner enfadado y despojándose de la camisa para mostrar su impresionante musculatura de mini Hulk. La imagen es un obvio regalo para las chiquillas, fans del galán adolescente.
La irritación del chico integrante de la pandilla de los hombres lobo es porque su amada Bella se va a casar con el vampiro Robert Pattinson.
De esta manera se perfila el final de la saga Crepúsculo, un fenómeno editorial convertido en una de las franquicias más exitosas y huecas que se hayan producido en cine.
Lo que inició en la pantalla, hace algunos años, como el conflicto entre licántropos y chupasangres, basados en los libros de la escritora Stephenie Meyer, se transformó en un fenómeno cinematográfico impresionante, de riqueza inagotable, que alimentó las fantasías de las adolescentes, a las que va dirigida la saga.
En el cierre de la odisea, el libro Amanecer se divide en dos y se presenta ahora la adaptación de la primera parte, desconcertante en su concepción y decepcionante en su resultado.
Toda la primera parte de la película se remite a un largo planteamiento de una boda y a otro más largo de una luna de miel. Pero, pese a la naturaleza festiva de los acontecimientos, nadie está contento. Todo es sombrío.
Por supuesto que el director Bill Condon pone a soñar a las chiquillas, ubicándolos en esas situaciones tan lejanas para ellas en su propio reloj de vida, y suponiendo un planteamiento idílico, donde el amor es mágico.
La boda es perfecta. La nerviosa chica se casa con un apuesto hombre inmortal, conflictuado entre su corazón (inanimado), la lealtad hacia los de su raza y la posibilidad de condenar irremediablemente la vida de su amada.
Los minutos transcurren en una boda emocionante, impoluta y con algo de drama. Luego viene la excitante luna de miel, donde los contrayentes consuman su pasión y se consumen en el delicioso connubio. Condon se regodea mostrando el paraíso en la tierra de dos jóvenes hermosos que se aman a la orilla del mar, solos en el mundo, en una cabaña en la que todo es maravilloso.
El escenario es ideal para que las chiquillas babeen de emoción. Hay algunas escenas de cama atrevidísimas, bien fotografiadas, pudorosamente coreografiadas donde se ve y se escucha lo estrictamente necesario para pasar el tamiz de la censura.
A falta de acontecimientos interesantes, la muchacha tiene sueños grotescos que provocan sobresaltos, para que el espectador despierte en su butaca y deje de bostezar.
Pero la dicha no puede ser total. En un giro artificioso la muchacha resulta embarazada y el producto hace que se rompa la tregua entre lobos y vampiros. El inesperado matiz del conflicto, adopta otros que llevan la ficción a momentos delirantes, como el de la solución para alimentar a la demandante criatura que crece en las entrañas de la codiciada Bella.
La historia podría resolverse de mil maneras, si la novelista hubiera seguido la lógica, pero optó por dejar que sus protagonistas tomaran decisiones torpes para propulsarla.
En una boda, una luna de miel y un nacimiento problemático se resume toda la película, que fue inescrupulosamente inflada para duplicar las ganancias, entre un público juvenil cautivo, poco exigente que regresará al cine a ver la conclusión de una serie bien presentada como fórmula ganadora en taquilla, pero carente de sustento creativo.
Todo en la serie Crepúsculo ha sido cuidadosamente hecho para que el gran público cargado de hormonas se divierta y se emocione con una historia transgresora, con un ligero aliento prohibido, generando una expectativa que garantiza un cierre igual de taquillero.
Los papeles, dentro de su concepción fantástica –licencia del género- son nada convincentes y hasta involuntariamente cómicos. Los muchachos del triángulo todo el tiempo están mortalmente serios, con un semblante tan sombrío que provocan risa. Todos a su alrededor también asumen semblantes fúnebres, pero como si estuvieran a punto de soltar la carcajada.
Si se le retira la parte sobrenatural a la historia, si se olvida todo, por un momento que hay monstruos de bella apariencia involucrados, queda una historia adolescente de viejo cuño, rayando en la ingenuidad y la cursilería. Los chicos tendrán un bebé inesperado, producto de una relación prohibida, y lucharán contra el mundo para conservarlo.
No hay razón para suponer que la producción, en cuestión cinematográfica, mejorará en su última parte.