Para salvar al mundo se reúnen los superhéroes de DC, Batman, Mujer Maravilla, Flash, Cyborg y Aquaman, y conforman la Liga de la Justicia (Justice League, 2017).
Es Bruce Wayne el que, ayudado de su maravillosa amiga Diane Prince, convoca a toda la pandilla de supra humanos para confrontar a una malvada amenaza que se cierne sobre el planeta.
Ya se sabe que ganan, aunque, como arranque de franquicia, pierden.
El genio Zach Snyder hace una producción grande con un roster de lujo, y grandes actores, con la inclusión de algunos nuevos personajes emocionantes, que la fanaticada anhelante demandaba, como el atlante submarino o el genio despistado que domina la velocidad.
Pero con ese cumulo de luminarias el director se atraganta. El amasijo es de acción dispersa, con una enorme y tediosa presentación de los integrantes del equipo, que muestran más su personalidad que sus cualidades.
Batman, el que es quizás el más enigmático y atractivo de los chicos de DC, aquí se muestra patéticamente, como el tontín del grupo. Es el líder y mira con desdeño a todos sus compañeros, aunque, en realidad, es el más deplorable pues su humor, su comportamiento e incluso sus habilidades, están fuera de tono. Ben Affleck, como Wayne, se ve gordo y cansado, bastante plano en su interpretación, como el millonario que tiene todo al alcance de su bolsillo.
Gal Gadot luce su espectacular belleza mediterránea, con una ceja levantada y serenamente enfurecida, cuando necesita entrar en acción. Pero el papel no le permite lucirse, como lo hizo en su presentación estelar como heroína solitaria.
Jason Momoa como Aquaman; Ezra Miller, como Flash; y Ray Fisher como Cyborg, están de mero adorno. Intercambian algunas líneas y tiran algunas patadas, pero no tienen peso específico en la progresión de la historia que, por lo demás, presenta a un villano bastante gris.
Steppenwolf, un personaje creado por computadora, con voz de Ciarán Hinds, aparece de la nada como un depredador de otro mundo que quiere apoderarse de un conjunto de misteriosos objetos resguardados en varios rincones del Globo. Al conseguirlos, asume un poder infinito, y se convierte en un ser indestructible.
Aunque la premisa suena a la de todos los malvados de los comics que, tradicionalmente, emergen con una fuerza demente y armados con argumentos egoístas y destructivos, para gobernar a la humanidad, este lobo estepario no tiene una justificación de ser, pues su génesis es bastante artificioso y ni él ni su ejército de zombies voladores provocan temor. Lo conocen únicamente los enterados, por haber aparecido al inicio de los 70, de la mano de Jack Kirby.
El año pasado, Batman v Superman: El origen de la Justicia sorprendió como una película oscura, subversiva, emocional y filosóficamente inquietante.
Ahora, la Liga se resbala. Sirve de muy poco que haya regresado del más allá el Hombre de Acero, a través de un bizarro ritual vudú eléctrico, que le añade algo de interés, aunque no mucho, a una historia fallidísima, que hace retroceder la incipiente serie, que ya está muy rebasada por Los Avengers, de Marvel.