El título es provocador y su temática perturbadora.
¿Lo saben tus padres?, es el slogan inquietante.
Perras, escrita y dirigida por Guillermo Ríos, es un disparo cinematográfico que ventila las temáticas de la industria mexicana, con una historia que se interesa en el extraño, misterioso y particularísimo mundo de las adolescentes y lo que hacen cuando se agrupan.
Como lo ha advertido su director, al verla los adultos se pueden morir de terror y las chicas de risa, dependiendo del enfoque con que la vean.
Las diez estudiantes que interactúan en el drama forman una especie de anti Breakfast Club, apartándose de las controversias edulcoradas de los tradicionales dramas adolescentes, para inmiscuirlas en un serio problema de la vida real, muy próximo a los peligros que acechan a cualquier chica, y de los que los padres difícilmente pueden protegerlas.
Ríos había presentado en el 2007 la misma historia como obra de teatro homónima de la que se desprende la película. Al abordar la misma temática y situaciones, el realizador hace, en su debut en pantalla grande, un conflicto claustrofóbico, cargado de violencia sicológica, que sirve de pretexto para presentar a cada una de las jovencitas en reveladores flashbacks.
Las perras en cuestión son niñas con edades que van de los 14 a los 17 años. Se encuentran encerradas en un salón de clases en espera de que se revele quién es la responsable de un acontecimiento terrible que ha ocurrido con una de ellas.
El encierro las irrita y las hace revelar sus verdaderas personalidades, algunas más estereotipadas que otras, pero todas particularísimas y con una tendencia instintiva y casi generalizada a la crueldad. Al interior de ese pesadísimo ambiente, todas están crispadas, pero inexplicablemente, como el mismo carácter veleidoso de las adolescentes que son, cambian de humor en instantes y pasan de la euforia a la desesperación.
Las niñas que presenta Ríos, buscan brincarse etapas de su vida, pretendiendo ser mujeres. Algunas asumen abiertamente conductas adultas, pero entre todas hay una reiterada manía a hablar del sexo, como un tema transgresor a través del cual, mediante su trivialización, gozan el dulce sabor de lo prohibido.
El presupuesto de 18 millones de pesos es reducido, de acuerdo al estándar de las cintas nacionales. Pero su fuerza no está en la producción, sino en la anécdota y en las actuaciones.
La participación de las niñas en una temática de estos alcances puede provocar ataques de escándalo a personas desprevenidas. Al momento de la filmación la mayoría eran menores de edad y sus movimientos en pantalla realmente son sorprendentes, y podrían suponer una filmación pecaminosa e indebida, si no fuera porque, según el mismo realizador, los padres de las niñas estuvieron presentes en el set y aprobaron el guión, con todo y las situaciones subidas de tono y el lenguaje grueso empleado.
No hay un solo desnudo y ni una sola situación de violencia explícita, pero persiste un manto de erotismo prohibido y muy perverso entre las colegialas que juegan a ser vampiresas, mujeres fatales, pequeñas caninas de la jauría.
Hay un momento en particular, con una de ellas, en este caso Claudia Zepeda, que Ríos compara con la actuación de Jodie Foster en Taxi Driver.
Perras es una película honesta y directa a la que se le agradece, de entrada, que hable de chicas alejada de la pátina romántica que cubre la enorme mayoría de producciones nacionales.
Es un psicothriller inusual, que disecciona las conferencias de las chavitas en los baños, en las recámaras mientras hacen la tarea, en el salón de clases, y le ofrece a los padres una mirada de lo que realmente ocurre en su hermético círculo de amistades.
Aunque la acción ocurre en el Distrito Federal sus temas son universales y podrá ser un buen producto de exportación.