Jorge y Berto son los mejores amigos en la escuela. Aunque, a decir verdad, la amistad es un término que les queda chico: son hermanos, almas gemelas. Nacieron para hacer travesuras juntos.
En la paradisiaca casa del árbol crean cómics. Uno hace los dibujos y el otro los textos. De esta forma idean el personaje del Capitán Calzoncillos, un adulto ridículamente ataviado, únicamente, con ropa interior. A fin de cuentas, los superhéroes visten trusa, igual que el suyo.
Viven atosigando al director de la escuela hasta que sus propias diabluras les permiten materializar en el quisquilloso adulto sus fantasías de historieta.
Las aventuras del Capitán Calzoncillos es una elocuente exhibición de ingenio que enreda la comedia estudiantil con el género de los superhéroes, con humor irreverente para niños mayores, pero enfocada, principalmente, en adolescentes tempranos, quienes se verán proyectados en las hábiles maquinaciones de los chicos de precoz inteligencia.
En estos caracteres creados en la exitosa serie de libros del escritor Dav Pilkey, las bromas son, mayormente, escatológicas, típicas de la edad y los ataques del dúo se concentran en el director, quien representa la odiada figura de autoridad, con el aliciente -para ellos- de que este señor es miserable y merece todos los castigos que le puedan infligir.
David Soren como director, transita en diferentes planos de realidad. Con habilidad pasa del sitio de la acción, a las proyecciones mentales de las travesuras, y de ahí a escenarios ideales y lúgubres llevados por su imaginación, de acuerdo a sus estados de ánimo.
La película exige atención y preparación para el humor complejo, típico de DreamWorks, estudio que ha presentado joyas como Shrek y Kung Fu Panda.
No es difícil entender que los amigazos actúan movidos por la desesperación, pues el malvado director amenaza con enviarlos a salones diferentes para destruir su amistad. Para ellos, no existe en el mundo tragedia mayor que dejar de verse.
La revuelta se justifica, el opresor debe caer.
La fantasía de los estudiantes se materializa cuando los diablillos consiguen hipnotizar al jefe de la escuela, quien se convierte en el justiciero semidesnudo. Es doloroso ver a un ser estricto y amargado, como lo es el preceptor cuando está detrás del escritorio, convertido en un imbécil inocente, andar por las calles sin ropa buscando acabar con la maldad, pero cruelmente manipulado por dos mocosos, quienes se aprovechan de su recién descubierto superpoder de hipnosis.
En algún momento aparece un profesor malvado, insertado a la historia como un apéndice, quien nunca consigue incorporarse a la dinámica de los chicos hasta que participa en el desenlace con un invento monstruoso de descomunales proporciones, con el cual se pone a prueba el valor del capitán y la astucia de los inquietos chavales.
La historia tiene un inquietante mensaje sedicioso, al invitar a los estudiantes a volcar su ingenio en fechorías escolares, y celebra la derrota del mando superior del plantel. Asume que no hay delicia mayor que ver al mismísimo director públicamente humillado por causa directa de los alumnos, quienes consiguen derrotarlo y viven, posteriormente, en la dulce impunidad.
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