Una mujer discreta y severa, Lady Sarah (Rachel Weisz), gobierna Inglaterra, en el nombre de la Reina Ana (Olivia Colman), quien evidencia problemas de salud mental y física. La soberana, desquiciada, siempre al borde del colapso, quiere tomar decisiones, pero su leal asistente y encargada de finanzas, tiene la última palabra. Ella es quien, por ejemplo, decide el destino de una guerra, una ocupación, o una cuestión tan importante para el pueblo como el cobro de impuestos.
Hasta que aparece en escena otra chica, Abigail (Emma Stone), una sirviente que encuentra un resquicio en el Palacio, se incorpora al círculo más íntimo de la reina y termina por introducirse en su alcoba, para sorpresa de Sarah.
El director Yorgos Lanthimos es un genio para presentar escenarios absurdos, entre personas que aceptan la anormalidad como lo cotidiano. En La Favorita (The Favourite, 2018) coloca en una situación de grotesca cercanía a dos bellas damas con una mujer de aspecto y carácter repulsivos. Cada una, por su lado, se asume como consorte, amante y consejera de la soberana. La disputa por los favores de la reina deviene en una encarnizada rivalidad, en la que el pueblo resulta un sobrante.
En la filmografía de Lanthimos es necesario revisitar La Langosta (Lobster) y El sacrificio del ciervo sagrado (The killing ofa sacred deer), para entender el surrealismo y los estados alterados del consciente y la realidad, y explicar cómo es que se desarrolla un triángulo tan singular, de amor y odio, en las habitaciones sigilosas.
Aunque la historia es de época, el tema es actual. El incidente, ocurrido en Europa, en el Siglo XVIII, tiene resonancias atemporales. Una encumbrada loca temperamental, sin juicio, es el rostro visible del gobierno aunque, en realidad, los destinos del imperio son decididos en las sombras, por seres humanos con apetitos terrenales y egocéntricos. La política se degrada hasta disolverse, en medio de diputas personales y el anhelo de sensualidad de la reina. Dominará la patria la cortesana que maneje con mayor habilidad la lengua, para hablar al oído de Ana, y también para recorrer con ella su cuerpo.
El ambiente interno tóxico hace que la atención se centre en las tres. Pese al lujo y el derroche, sus vidas son tristes. Son sobrevivientes de sus propios naufragios personales. Son movidas por la avaricia pura. Ninguna lleva el ritmo, la película no se cuenta desde el punto de vista de ninguna. La maravillosa cámara se desliza por los pasillos laberínticos del palacio iluminados únicamente por luz de lámparas de combustible. Las tomas con gran angular muestran perspectivas periféricas alucinantes, mostrando personajes pequeños en la inmensidad de los salones.
La realeza se convierte en una institución ridícula, encapsulada como casta sagrada que no debe convivir con el vulgo, dentro de mansiones de precioso decorado barroco. Con humor sutil, Lanthimos exhibe hasta la caricatura la degradación personal y las aficiones y deleites de la nobleza, que enloquecen de emoción cuando atestiguan una carrera de patos, en la que cruzan apuestas.
Colman, Weisz, Stone, conforman el mejor ensamble histriónico del año, con sorprendentes interpretaciones, marcadas por pasiones contenidas, emociones amordazadas y un permanente intercambio silencioso de intensas miradas, para entender mensajes que no pueden ser mencionados. Pura visceralidad.
La Favorita es una gran cinta que retrata con precisión el hipnótico y alucinante universo lanthímico, sin paralelo en el cine actual.