La humanidad ya ha aceptado la convivencia con los dinosaurios.
En Jurassic World: Dominio, el equilibrio del universo está roto. Desde que la novela de Michael Crichton se popularizó en 1993 con la película revolucionaria en efectos especiales dirigida por Steven Spielberg, la humanidad no volvió a asentarse sobre la tranquilidad, pues la inquietante presencia de los enormes animales prehistóricos la hizo mantenerse siempre alerta.
Ahora, que ya se ha hecho costumbre verlos integrados a los ecosistemas. Andan sueltos por ahí y, con descuidos, invaden las ciudades, aplastan coches y comen gente.
En esta nueva mega producción, la sexta de la serie, dirigida por Colin Trevorrow y escrita por Emily Carmichael, la franquicia está fatigada, y los eventos se vuelven repetitivos y carentes de riesgo. Ya no queda mucho de la premisa original, que cuestionaba a Hammond, aquel millonario que jugó a ser dios y trajo a la vida a los dinosaurios en el parque temático que se salió de control, en la versión primera de la franquicia.
Los humanos ya no son los peores depredadores de la creación. Ya tienen qué competir con estos prediluvianos seres vivos que siguen generando fascinación y temor entre la gente, que los trajo a la vida de regreso y ahora ya no sabe cómo desaparecerlos otra vez.
En este fallidísimo experimento genético que se salió de control y se volvió un desastre natural, se juntan los héroes de la pasada generación y de los de la actual. Están otra vez en escena los iniciadores de la aventura: Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum, que se reúnen con los continuadores, Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, quienes han tomado la estafeta para controlar a los dinos gigantes.
Todos deben hacer equipo para combatir a un millonario loco interpretado por Campbell Scott, en un perfil muy parecido a Steve Jobs, que sueña con manipular genéticamente a las especies para darles diversos usos industriales, mientras mantiene la ilusión de que podrá mantenerlas controladas.
La cinta, ya carente de reflexiones filosóficas y con un ligero cuestionamiento hacia el uso errado de la biogenética, es un enorme espectáculo de ingeniería digital, que muestra impresionantes seres del tamaño de un edificio que han sido reproducidos y que ya se han incorporado a ambientes habitados, donde son apenas contenidos. Aunque hay bestias de otro período geológico, no se puede mencionar que es una historia de desastres, como ocurre cuando Godzilla ronda entre rascacielos.
Los héroes deben viajar entre países para recapturar especies que han sido comerciadas en el mercado negro. Lo que se anticipa es que, cuando ocurra el regreso de los seres extinguidos, habrá intervención de la mano negra de los contrabandistas que serán quienes propicien los ataques a la población. Porque en el fondo, se encuentra el temor que inspiran estas creaturas, que son una amenaza permanente para la especie humana, que no podría combatirlas de ninguna manera, a menos de que procediera a extinguirlas.
Cruce de Las Minas del Rey Salomón e Indiana Jones, Jurassic World: Dominio es una cinta que aporta solido entretenimiento de fácil digestión, sin complicaciones. Se centra únicamente en el maravilloso show de los dinosaurios, como se verían si alguna vez vuelve a andar sobre la faz de la Tierra, aunque esta vez, moviendo sus patas, fauces y lomos escamosos, por las calles de las principales metrópolis del orbe.
Será un gran taquillazo y venderá muchas cajitas felices de comida rápida.
@LucianoCampos G