Triste era el destino de las soberanas en la antigua Europa del Siglo XVI. María Estuardo, reina de Escocia, tuvo el mundo a sus pies, pero no pudo disfrutar del poder. Si vida fue arruinada por los matrimonios arreglados y por la cochina política, que movió a cortesanos numerosos a conspirar para proscribirla, desterrarla, encarcelarla y decapitarla.
Las dos Reinas echa una mirada revisionista al frustrado reinado de María (Saoirse Ronan) que tuvo una vida palaciega, en la que estaba destinada a gobernar, aunque el destino le jugó sucesivas malas pasadas. A su lado como sombra permanente para su dicha absoluta, estaba su prima Elizabeth I (Margot Robbie).
Juntas formaron una dupla de jóvenes y bellas, que se disputaron, sin conocerse, el trono de Inglaterra.
Es necesario conocer geopolítica para entender la historia de estas dos mujeres, atrapadas en un mundo de hombres, y acorraladas entre consejeros que les murmuraban sugerencias con siseo de serpientes. El guionista Beau Willimon, que ha demostrado solvencia en el manejo de situaciones en la intimidad del poder, como lo hizo con brillantez en House of Cards, urde una trama que es, en su exposición, una pequeña clase de historia de Escocia e Inglaterra y quienes la gobernaron en la antigüedad.
Es elocuente la mirada femenina de la directora Josie Rourke, que dispone de una narrativa compasiva hacia las dos mujeres hipersensibles, inteligentes y bravas, aunque tristemente rebasadas por sus circunstancias. Las dos reclaman para sí el trono y ambas lo merecen por derecho de sangre. Sin embargo, la turbulencia en la que viven, les impide elaborar juicios asertivos. Pasan más tiempo tratando de adivinar el sentido de las conjuras de católicos y protestantes, que gobernando.
De cualquier manera, esta lectura las dignifica y las entiende, colocándolas en un nicho de poder desde el que pasaron por terribles sufrimientos espirituales, ya que sus decisiones importantes le dieron curso a la Historia. Además, no tuvieron espacio suficiente en su corazón para amar a hombres honestos, pues pululaban a su alrededor oportunistas y varones que escondían sus verdaderas preferencias.
Se puede inferir, en este relato de reinas inglesas, que las estructuras de poder se fueron creando con casamientos pactados y con intrincados juegos de alcoba, en los que las damas debían meterse bajo las sábanas con algunos caballeros poderosos, aún contra su voluntad, para prolongar los mandatos.
Cada encuadre es un lujo visual. La producción no escatima nada para recrear la época con todos sus memorables detalles, con usos y costumbres. La recreación arquitectónica es impecable, con aposentos dentro de los que se aprecia una exhibición impresionante de vestuario, pelucas y peinados de la época.
Las dos Reinas se mueve entre cenagosos e interesantes terrenos de la política, con una maraña retorcida de relaciones personales, consanguíneas y afectivas. Es un repaso de la siempre interesante historia de Inglaterra plagada, en el imaginario popular, de castillos, jinetes, cortes, espadas, homicidios a traición y decapitaciones. Y todo aderezado con un elegante despliegue de recursos para el goce visual.