El actor Shia LaBeouf ha jugado en las grandes ligas de Hollywood. Desde joven y ya maduro, ha estado involucrado en producciones mayores y se ha ganado el respeto de la industria.
Sin embargo, su conducta fuera del set ha sido bastante errática, con escándalos de líos en bares y conductas inapropiadas, hasta llegar a la dolorosa, aunque necesaria, terapia de rehabilitación.
Honey Boy: Un Niño Encantador es, de una forma extraña, la manera en que ofrece disculpas al público por manchar su imagen. El film, dirigido por Alma Har’el, es escrito por el mismo LaBeouf quien, en un ejercicio de sinceridad, expone, con una biografía ficcionalizada, cómo fue su niñez de niño prodigioso de la actuación, manipulado por su padre, un artista frustrado que, al pretender formarlo como un actor, lo hizo bajar hasta el infierno de la esclavitud disfrazada de disciplina.
Las consecuencias de los maltratos del padre abusivo se ven reflejadas con cruda elocuencia, pues la historia echa un vistazo al niño Otis (Noah Jupe), convertido en un exitoso estrella infantil y como adulto joven (Lucas Hedges), aún en la actuación, pero con severos problemas de conductas que lo meten en líos con la ley, hasta orillarlo a ingresar a una clínica de sanación.
LaBeouf se desempeña de manera brillante con la pluma y frente a la cámara. La historia que escribie es un intenso tratado sobre la niñez perdida. El pequeño Otis tiene un gran éxito porque es un sobresaliente intérprete. Pero fuera de los escenarios es un pobre chico, que tiene que verse sometido por su progenitor de espíritu hippie, ex combatiente, quien tiene una historia criminal y una carrera artística tirada en el caño.
Es cruel, el tratamiento que el guionista le da a la figura de autoridad que él tuvo en sus primeros años. Sin embargo, en una proyección que parece masoquista, el mismo Shia interpreta a su propio padre y lo hace con excelencia, convirtiéndolo en casi un monstruo de la irresponsabilidad. A fin de cuentas, nadie lo conoció tan bien. LaBeouf hace que el tipo, convertido, al final, en payaso de rodeo, pague sus culpas pasadas, exhibiéndolo en una dimensión patética, disminuido en los últimos años y buscando apego con su hijo que ya ha crecido, y que lo contempla con lástima.
Toda la película es como un largo alarido de dolor del actor, que busca comprensión, y que trata de explicarse a sí mismo que fue lo que le ocurrió cuando era pequeño. El denso drama es interesante por cuánto exhibe los daños que puede provocar una persona mentalmente enferma que se pone el traje de redentor, como fue el papá del actor californiano.
Sin embargo, también tiene ofrece una lección de sanación, pues hasta que el chico ha crecido entiende que no le sirve de nada tener los resentimientos que lo ahogan, por lo que debe seguir adelante con el corazón en paz.
Honey Boy es una cinta pequeña, que en su tierno título tiene una obvia ironía. Emocionalmente brutal, muestra como son algunas celebridades que, ante los reflectores proyectan una vida de amor y perfección, y que, al apagarse las luces, se despojan de sus máscaras profesionales para enfrentar horrorosos demonios en casa.
@LucianoCampos G