Si se quiere salvar el día, hay que llamar a Tom Hanks.
En Greyhound el megaestrella de Hollywood es el Capitán Krause, intrépido y valeroso, que guía el destructor que escolta a casi 40 naves, que se acompañan por la ruta a Europa al norte del Océano Atlántico en el momento más cruento de la Segunda Guerra Mundial. Es un veterano en las aguas, pero es su primera misión como líder de un convoy.
Es 1942, y los barcos que zarpan de puertos estadounidenses, con tropas y suministros, tienen que llegar en dos días a Liverpool en una tensa travesía, para combatir a Hitler, que se quiere apoderar del mundo. En la carrera serán perseguidos por los temibles submarinos U de los nazis, especialistas en hundir destructores aliados.
La producción original de Apple TV es corta, emocionante y repleta de jerga técnica naval. Es abrumadora la terminología especializada que utilizan los tripulantes, que tienen que estar alertas para salvar las vidas propias y las ajenas. Tom Hanks, como guionista se ocupa demasiado en meter palabrería para explicar, en unos minutos, el funcionamiento de un acorazado. Concentrado en las máquinas, impecablemente descritas, descuida la parte humana.
De esta forma, la gran aventura se convierte en un concierto de torpedos y cañonazos en altamar, matizados con palabras incomprensibles, de aparatos de navegación desconocidos, lo que impide el desarrollo emocional de los personajes. Además, el enemigo es invisible. La fuerza opositora es una manada de submarinos alemanes, temibles y sigilosos como tiburones, que persigue los botes de Estados Unidos, buscando hincarles el diente. Lo que queda, entonces, es sentarse a disfrutar maravillosos efectos especiales entre olas heladas, en una de las cintas bélicas más verosímiles y precisas en la realidad que se vive en combate.
El cinematógrafo Aaron Schneider maneja con precisión numerosos elementos en esta que es su primera película dirigida, de gran presupuesto. Todo se cuenta desde el punto de vista del Capitán. La mitad de la cinta transcurre en el puente de mando, donde se muestra la pesada carga emocional del jefe, tratando de sortear los proyectiles subacuáticos. Y mientras da órdenes, se observan estupendas imágenes que llevan a la húmeda cubierta del barco, donde los marineros se mantienen de pie, ordenados y sigilosos, esperando la muerte o la gloria.
Aunque la acción es tumultuosa, no se sale de control. El director consigue mantener en vilo toda la acción que cae en los hombros de Krause. Pero a decir verdad, cargar con la responsabilidad de la película es lo que Tom Hanks siempre acostumbra hacer. Es como si ahora subiera a un barco de guerra el Capitán Phillips, antes de que abordaran su carguero los piratas africanos. O como si al Capitán Miller, lo relevaran de la orden de salvar al soldado Ryan, para guiar a sus compatriotas por los senderos del océano. O como si pusieran al piloto aviador Sully a conducir en barco, en lugar de un avión.
Por ahí aparece Elizabeth Shue, en un papel que no le da más participación que la de parecer un gran florero, como el único personaje femenino de la anécdota.
Greyhound es una entretenida cinta de guerra, que se queda lejos de ser un clásico. Pone a los combatientes de la Unión Americana como a los chicos buenos y a los alemanes como diablos que hacen pesadas travesuras en altamar y quienes, al final, reciben su merecido.
@LucianoCampos G