Un tipo patológicamente ne-gativo decide un día, seducido por un motivador, aceptar absolutamente todo lo que le ofrece la vida. Responder afirmativamente de manera sistemática ante cualquier oferta es el problema que enfrenta Jim Carrey en Sí, Señor, la nueva comedia en la que, como es su costumbre, se esmera –y cumple- en presentar su singular dosis de humor físico.
Genio de la actuación, Carrey soporta toda la película en base a un solo chiste que se repite hasta el infinito en una serie de situaciones intrascendentes, como sketches aislados que se juntan para hacer un largometraje con su sello, pero rutinario.
Divertido, aunque superficial, Carrey parti-cipa en este proyecto que parece hecho en la etapa previa a su posicionamiento como supernova del cine. Es una de esas películas intermedias que contribuyen únicamente a mantenerlo vigente en el gusto del público.
Es esta una película que pudo encajar en su explosivo ascenso en los 90s, cuando hizo, en hilera, comedias perdurables como las de Ace Ventura, La Máscara, Mentiroso, mentiroso y Una pareja de Idiotas. Ese tiempo, ya ido, busca ser resucitado con esta nueva pieza de humor agridulce.
Aunque es un producto de evasión para pasar un buen rato, Sí, Señor tiene un entorno deprimente.
Los numerosos incidentes en los que participa el protagonista son gene-radas por una convivencia social disfuncional, llena de conflictos emocionales y una forzosa hipocresía social.
El joven es divorciado, vive solo, evade a sus amigos, rechaza a sus compañeros de trabajo, odia su vida y prefiere recluirse en su casa para evitar convivencia.
Quien lo rescata es un perfecto merolico exitoso del mercado motivacional que lo embauca, sin mayor esfuerzo, en una aventura descabellada para convertirlo en un hombre nuevo.
Al emprender la aventura de aceptar todo como método de resurrección espiritual, el tipo regresa a su patético estado anterior. Pero con una sonrisa. Las convenciones del género hacen que enfrente una pequeña dificultad y que, al final, aprenda su lección.
Como una crítica –y sátira- a las personas que llevan una vida vacía, que buscan salvación en el new age, la filosofía positivista y otras terapias que ofrecen explorar el lado saludable del alma, en Sí, Señor, el director Peyton Reed es implacable y cruel.
¡Tengan una vida!, dice al final en su discurso.
Sí, Señor es para fans de Jim Carrey.v