por LUCIANO CAMPOS
Cars 2 hace un derroche de imaginación para convertirse en el film más colorido en la brillante historia de Pixar.
Pero así como se ocupa de llenar la atmósfera de pirotecnia visual, se desentiende de la creación de una historia realmente atractiva, o por lo menos, tanto como la primera entrega del 2006.
La primera secuela de los autos parlanchines es como un gran globo luminoso lleno sólo de aire.
Para desconcierto de los fans, el Rayo McQueen cede el protagonismo a la vieja grúa Mate, que es el alivio cómico de la serie y que aquí asume el rol principal y pieza clave en la ingeniería de Cars 2. La nueva aventura internacional de corte familiar se centra en el espionaje, tipo James Bond, entre coches que recorren el planeta para ganar una competencia global y, de paso, desarticular planes siniestros.
McQueen sigue siendo el personaje arrogante, campeón de las carreras, que recala en el pueblo Agua de Radiador, donde viven sus amigos. La contienda internacional hace que se lleve con él a Mate, el tonto y viejo automóvil de auxilio que, con un comportamiento aparentemente errático, avergüenza al estrella de la pista, que termina renegando de él injustamente.
Marginado de las competencias, Mate se involucra en su propia odisea al ser confundido con un súper espía, lo que lo lleva a emplear todo su potencial para salvar al mundo y reivindicarse con sus amigos.
Pixar se ha especializado en hacer genialidades de animación con productos increíbles, como la trilogía de Toy Story, Ratatouille o Up: Una Aventura de Altura, donde alcanzó el punto más elevado de su creación.
Ahora, en esta cinta número 12 de la serie, la creatividad parece adormecida. Aunque en Cars 2 hay un fuerte componente visual -una de las apuestas seguras de cada producción de la empresa filial de Disney-, la cinta se dispersa en escenarios y situaciones que no cuajan en un producto orgánico.
Ni McQueen ni Mate consiguen despertar emociones en chicos y grandes. Aunque participan en bien coreografiadas competencias automovilísticas, no se escucha el corazón palpitante que anima la aventura, como ocurre siempre en las historias de Pixar. Por el contrario, aunque se dirigen a un público de niños, se olvidan de hilvanar una narración entrañable.
John Lasseter, creador y director de la compañía de animación, dirige y escribe esta película con una trama demasiado elaborada para los pequeños que, incluso, puede resultar abstrusa para los adultos, con tantos elementos expuestos en larguísimos diálogos que terminan por convertirse en una confusa trama de difícil comprensión.
Además, como en ninguna otra de sus cintas, en esta ocasión hay demasiada violencia, con un abuso de ametralladoras, balas y explosión de coches humanoides que perecen entre llamas.
En notas de producción se expone que los directivos decidieron darle protagonismo a Mate como una forma de demostrar que una persona cualquiera puede participar en aventuras extraordinarias y resolver grandes problemas con inspiración y lealtad.
Independientemente de esta estrategia, Cars 2 se queda corta en cualquiera de sus intenciones y se ve como una de las cintas más endebles de la mágica marca de Pixar, pese a que, seguramente, venderá en los restaurantes numerosas cajitas felices.