
Es evidente que, quien escribió Emilia Pérez, lo hizo desde muy lejos, pues contempla la situación de inseguridad de México como se ve en los noticieros de París, Londres o Madrid, y no como se vive al interior del país.
El director y guionista Jacques Audiard crea una imagen nacional casi caricaturizada, para ofrecer al mundo lo que, a su entender, ocurre en la pintoresca nación azteca, llena de colorido y sabor latino. El continente americano siempre ha generado curiosidad y encanto a Europa.
En la visión del realizador galo, México es una nación surrealista donde todo puede pasar. Solo en esta tierra donde, se dice, hay un culto de júbilo hacia la muerte, un violento narcotraficante decide cambiar de sexo, no como una idea para evadir a la justicia, si no para ajustar su identidad, motivado por un antiguo anhelo secreto, largamente postergado.
La propuesta contiene una premisa mínima y truculenta, de tratamiento disperso, tomándose, en el camino, numerosas licencias creativas que abusan de la complicidad del espectador.
Todo va narrado con el formato de cine musical (¿narcomusical, transmusical?), para goce de quienes esperan ver una historia llena de ideas singulares, nuevas, excitantes.
La película es protagonizada por la actriz trans Karla Sofía Gascón, que en su pasado tuvo papeles con su identidad masculina. Lo que pasa en la trama es como su propia vida, pues al cambiar de género, Karla y Emilia deben enfrentar turbulencias que escapan de su control. Ella ha provocado numerosos escándalos, a causa de declaraciones desafortunadas, por su evidente incapacidad para asimilar la abrumadora atención recibida en este período de premios.
Manitas (Gascón) es un mafioso despiadado, casado con Jessi (Selena Gómez), con quien ha procreado dos hijos. Cuando decide cambiar de sexo, contrata a la abogada Rita (Zoe Saldaña), para que se ocupe de la cirugía. Ella trabaja en un sistema de justicia corrupto que la tiene fastidiada. La oferta le viene bien, pues busca cambiar el giro de sus actividades y prosperar en ingresos.
Cuando el maleante se transforma, sale de la escena pública y todos siguen con sus vidas por separado, hasta que las circunstancias los vuelven a reunir.
El guion no profundiza en los personajes. Todos permanecen en la superficie, y si bien Emilia pasa por un proceso de transformación, como catarsis, redención y renacimiento hacia el lado luminoso de la vida, no se consigue obtener empatía hacia su persona. Luego de ordenar numerosas muertes, decide colocarse del lado de las víctimas movido por un golpe de inspiración casi divina, para conciliarse con la vida y reparar tanto daño causado. ¿Merecerá perdón?
Los protagonistas hablan con acentos que los evidencian como no mexicanos. Gomez, presencia grata y buena actriz, difícilmente pasa como una compatriota, por su dicción pocha, igual que la protagonista, con un tono demasiado españolado, aunque maldiga con la jerga de la capital. Saldaña es constantemente asaltada por el acento dominicano de su ascendencia.
Como musical, la película se queda corta. Parece increíble la inclusión de bailes e interpretaciones de pobre hechura, como si las hubiera creado un coreógrafo poco talentoso. Y como drama tiene un déficit de tensión, pues si bien hay situaciones de violencia en las que están expuestos los personajes, no hay momentos de preocupación por la suerte de ninguno.
Destaca, como otro aspecto relevante del filme, la falta de verosimilitud. Hay un cambio radical físico, pero cómo puede ocurrir que la reinventada Emilia aparezca de la nada y, luego de una exposición constante en medios, su pasado se mantenga desapercibido, sin un solo atisbo de sospecha. Lo mismo en el entorno familiar, donde consigue hacer la impostura perfecta, aún ante las personas de mayor cercanía.
Agotados los temas de la transexualidad y la empatía para las víctimas, la historia se queda sin ideas. El desenlace parece un parche forzado para mover a la acción y despertar algo de emoción con un rally de fuego, luego de un viaje que parecía avanzar sin un destino.
Independientemente de las filias y las fobias que genera, la producción francesa hecha en México es un acontecimiento, y trasciende. Por básica cuestión temática, llama poderosamente la atención.
Eso de que un capo del narco, el emisario de la muerte, uno de los personajes más temidos de la sociedad mexicana, se vuelva mujer, es motivo de asombro, en un entorno donde el matón debe ser indubitablemente un machín. Que el papel lo interprete una mujer trans que, además, recibe una nominación histórica al Oscar, hace la producción aún más llamativa.
Por controversial y escandalosa, Emilia Pérez es la película de esta temporada.
@LucianoCampos G