Ella es un monstruo (Colossal, 2016) contiene una de las premisas más ingeniosas de los últimos años.
En su concepción se encuentran maravillosamente entremezclados elementos de ficción, surrealismo y pasión, con un tema que parece tan disparatado y nuevo, que se convierte en un triunfo de la imaginación, al nivel de la genialidad.
Es como si la cinta, escrita y dirigida por Nacho Vigalondo, tuviera inspiración de Guillermo del Toro, Pedro Almodóvar y Michel Gondry. Y su formato es como el de un manga, pues sólo en una historieta pueden ocurrir estas peripecias tremendistas, con personajes de origen ordinario, llevados al límite, y convertidos en pseudo héroes, bobos y despistados, pero resueltos en el momento decisivo.
Aunque es difícil de explicar, la película concentra su atención en una persona insignificante, mediocre, y con un pesadísimo problema de actitud. Gloria (Anne Hathaway) es una chica que lleva una vida desordenada marcada por el alcoholismo. El más reciente episodio en su vida es una humillación: el novio la corre del departamento que comparten por ebria e irresponsable.
Desesperanzada y sin rumbo, se refugia en una casa que tienen sus padres en su pueblo natal y se reencuentra con Oscar (Jason Sudeikis), quien fuera un amigo de la infancia, con quien tuvo un flechazo infantil muy remoto.
¿Cómo es posible que la unión de estas dos personas, perdidas en un rincón olvidado del planeta, pueda generar un conflicto de repercusiones internacionales? Más, aún: de ellas dependen millones de vidas que se encuentran al otro lado del mundo.
Vigalondo muestra una cinta con atisbos de cintas japonesas de kaijus (monstruos gigantes), con su variación de Godzilla, que asolan poblaciones enteras. Pero gracias a la magia de la digitalización, lo que antes eran maquetas destrozadas, ahora son impecables recreaciones virtuales de rascacielos.
En este universo paralelo, el mismo día en el que Gloria llega al terruño, en Seúl aparece, de la nada, un ser humanoide de tamaño descomunal, procedente de algún sitio no identificado del averno, que es atacado pero no puede ser destruido.
En el punto más elevado de la magia y el absurdo, ese adefesio grande como un edificio se encuentra conectado con Gloria, de una manera extraña e inexplicable. Para cuando comienzan a surgir las pistas que podrían revelar el acertijo, no son necesarias las explicaciones. Se ha impuesto ya la atmósfera surrealista para aceptar que en ese mundo sí es posible que existan esas uniones que desafían las leyes del tiempo, el espacio, y la realidad entera.
De esta forma, se puede aceptar también que Oscar, el amigo reencontrado, tenga su propio nexo con otro monstruo avatar, de características similares, que aparece en el mismo escenario.
Sin embargo, el realizador depara múltiples sorpresas a lo largo del viaje. Lo que parece ser una emocionante y divertida historia de ciencia ficción, con mezcla de comedia negra, entre personas marginales y depresivas, se transforma, repentinamente, en un denso drama pasional, que queda ausente de cualquier sentido del humor. En medio de estas tribulaciones que enfrentan al encontrarse, en medio de una potencial hecatombe que afecta a todo el orbe, Gloria y Oscar deben calibrar sus propios sentimientos.
Hombre y mujer, que trabajan en un bar, que toman cerveza al finalizar la jornada de trabajo, pueden cambiar el curso de la Historia. Aparte de ellos, nadie sabe que les resulta increíblemente sencillo determinar que un edificio sea derribado en el otro continente.
Afortunadamente, el director ofrece explicaciones. Podría dejar su anécdota en una travesura creada por el demonio, por puro gusto y arbitrio de su soberana maldad. Pero mejor proporciona fundamento a los hechos y ofrece una ingeniosa salida, tan bizarra como toda la premisa, pero que satisfactoriamente acomoda en su lugar las piezas dispersas.
Ella es un monstruo es una victoria de la inteligencia creativa.