En El Secuestro del Papa (Rapito, 2023) la Iglesia Católica es presentada como una institución siniestra, que incurre en atropellos en el nombre de la fe.
Es 1858, un grupo de soldados papales irrumpe en la casa de los Mortara, en Bolonia, Italia, para secuestrar a un niño de seis años, de su familia judía. El argumento que presentan es que el chico fue bautizado como cristiano cuando era bebé y, como tal, debe formarse con las creencias que le impondrá el Papa Pío IX, en su residencia palaciega de Roma, hasta donde lo trasladan.
Todo este denso drama se concentra en el intento de los padres por tratar de recuperar al chico, que comienza a ser adoctrinado, como fanático, para seguir las enseñanzas de Cristo y dejar sus tradiciones hebreas.
En español la cinta tiene un título fraudulento pues, en todo caso, el caso que se observa es de un secuestro ordenado por el llamado Santo Padre. Independientemente de la desafortunada traducción, que en italiano únicamente remite a un rapto, hay una presentación horrible del catolicismo, que es visto, en la revisión del caso, como una mafia llena de capos abusivos que manipulan la ley a conveniencia. El pequeño Edgardo (Enea Sala) no fue violentado físicamente, ni violado, ni torturado. Sin embargo, la Santa Sede sí cometió en su contra un ultraje monstruoso, pues, con todo el peso de la organización religiosa, el niño fue vilmente sustraído de la casa de sus padres y sometido a un lavado de cerebro infame. Literalmente, fue arrancado de los brazos de su madre, sin ser devuelto, para no demostrar debilidad ante los adversarios de su fe. Por motivos políticos, el Papa toma la decisión férrea e inamovible de no revertir su decisión, pues el avance del judaísmo es peligroso y menoscaba al catolicismo.
Lo más sorprendente es que todo el enorme lío, que tiene alcance internacional, surge de un hecho que podría hasta ser considerado una estupidez, pues parece risible la forma en que el niño fue bautizado, sin el conocimiento de sus padres, y las enormes repercusiones que tuvo el hecho trivial que, sin embargo, fue ampliamente aceptado por un tribunal.
Con este incidente, queda claro que la Iglesia Católica también ha tenido épocas de extremismo en el que ha hecho sufrir a la feligresía, haciéndole creer que el sacrificio es bueno. Todo sea para consolidar la religión que le ha dado permanentes privilegios a sus jerarcas.
La cinta tiene remarcables méritos técnicos. Además de ser filmada con refinamiento, hay un cuidado muy preciso por exhibir un arte con detalle, en un tiempo de contrastes entre los príncipes de la Iglesia y la chusma a la que guía.
El destino de Edgardo queda sellado luego del secuestro, pero ni él ni su familia fueron culpables, pese al resultado. El director Bellocchio exculpa a las partes y premeditadamente responsabiliza a los dirigentes supremos del catolicismo por prepotente y por su indiferencia ante la desolación que generan sus arbitrarias decisiones.
El Secuestro del Papa sirve para recordar como los abusos de la Iglesia en el pasado se repiten hoy.
@LucianoCampos G