En el universo de Disney, Cruella de Vil es la malvada diseñadora de modas que anhela consumar el perverso plan de asesinar 101 Dálmatas para crear un abrigo canino único.
En su versión live action, de 1996, Glenn Close hizo una magnífica interpretación de la arpía de cabello bicolor. Ahora, 25 años después, la villana regresa como Cruella en su versión juvenil, interpretada por la encantadora Emma Stone, que hace la crónica de los primeros días de la mítica mujer que, en sus inicios era buena, alegre, divertida y muy creativa.
Hay que agradecer a los guionistas Aline Brosh McKenna, Kelly Marcel y Steve Zissis, que le dieran un giro completo a la mitología de la dama impresentable, para hacerla simpática y hasta entrañable. Está tan bien elaborado el personaje, en un inicio llamado Estella, que mueve a pensar en las razones tan dramáticas tan drásticos que tuvo que haber en su vida para convertirse, con el paso de los años, en una señora desalmada que llegaba a idear extremos inimaginables de exterminio perruno.
Lo mismo pasa con sus tontos secuaces, Jasper y Horace, que, como se ve, de chicos eran pillos inteligentes vivaces, leales y atrevidos, muy diferentes a los esperpentos que fueron presentados después.
La precuela es presentada en un fresco formato que la hace parecer una ópera punk, con ambientación musical de los 70, en los que se observa el ascenso de una estrella de la moda, que se vuelve una figura pop en base a audacia y desenvoltura natural en los diseños del vestuario.
Estella es una chiquilla que queda huérfana a temprana edad. Con el corazón roto, se une a sus dos amigos y se convierten en ladronzuelos de poca monta, hasta que tiene la oportunidad de ingresar al mundo de la alta costura. Los cuestionamientos existenciales, sobre su propia identidad, son un poderoso motor para buscar un destino.
Entonces se encuentra con La Baronesa, una magnate de la industria del vestido, trasunto de Miranda Priestly, que se convierte en la empleadora de Estella, de quien se vuelve protectora y guía. Emma Thompson está en plan genial, creando un propio papel de diabla inescrupulosa. En lo que parece ser un seminario de improvisación, la actriz inglesa convierte a La Baronesa en una caricatura de diva de la moda, que ve a Estella, transformándose en Cruella y quitándole el liderazgo en un negocio altamente competitivo que no permite la existencia simultánea de dos luminarias.
El guardarropa de La Baronesa es espectacular. Thompson quita el aliento con los modelos refinadísimos y extravagantes, de factura única, como una fría dominadora, siempre en control, de la alta sociedad londinense
Toda la cinta es un delicioso desafío entre dos actrices que hacen una química fenomenal, como rivales que comienzan atacándose con ironías, para terminar transformando su pugna en una pelea de gatos callejeros, que solo buscan lastimarse, llegado el extremo eliminarse como rivales, aunque también atacándose con pulsaciones homicidas.
Cruella enseña como una mujer que es lastimada, se siente con el derecho pleno de buscar su propio ascenso, con las armas que le dan la inspiración y el talento, dentro de una dura carrera profesional que, paradójicamente, la lleva a sacar lo mejor de ella misma. En su catarsis de venganza, la chica del cabello contrastante consigue sublimar su dolor en creatividad, alcanzando la cima tal vez sin proponérselo.
@LucianoCampos G