
Por Luciano Campos Garza
En el fondo del poderoso atractivo de Cónclave está su guion magistral, que transforma la sucesión papal en un drama de suspenso, corrupción y traiciones, con una resolución insólita.
Junto a la historia seductora se encuentran actuaciones soberbias, con Ralph Fiennes en primer lugar, como el obispo encargado de conducir el complejo ceremonial, a puerta cerrada, para elegir a quien será el Vicario de Cristo en la Tierra. A sus costados, con interpretaciones secundarias aparecen grandes figuras como Stanley Tucci y John Lithgow, envueltos en una lucha de egos y ambiciones para asumir el solio pontificio.
Su Santidad ha muerto por causas naturales. El colegio cardenalicio de poco más de un centenar de obispos, se encierra en los muros secretos de la Santa Sede para deliberar sobre el siguiente sumo pontífice. Con una muy precisa terminología, y con un profundo conocimiento de las liturgias en lo más alto de la Iglesia, el escritor Robert Harris muestra en su novela homónima llevada a la pantalla los juegos de poder que rondan todo el procedimiento.
El guion de Peter Straughan pone al purpurado Thomas Lawrence (Fiennes) como el decano encargado de organizar el proceso de sucesión, apegado a los cánones milenarios y en medio de enormes presiones de los grupos formados al interior de la Capilla Sixtina para respaldar a sus postulados.
La meta del sucesor es obtener dos terceras partes de los votos.
Mientras trata de hacer su propio juego político de conciliación entre los sacerdotes interesados, comienzan a correr las votaciones secretas en las que no se consigue obtener la mayoría necesaria.
Pero los candidatos comienzan a meterse zancadillas de maneras inconcebibles para sus investiduras. De formas ruines, se cruzan acusaciones, para demeritar sus imágenes frente al colegio. Algunos señalamientos son verdaderos, otros no tanto, y los mencionados ven tambalear sus reputaciones.
La mezquindad de algunos los lleva a desenterrar antiguos secretos, mientras Lawrence se esfuerza por aclarar algunos secretos que reveló el Papa saliente antes de perecer.
Los ataques se recrudecen, con acusaciones abiertas entre ellos, lo que revela las formas en que se pueden dirimir algunos conflictos en el Vaticano, con formas nada civilizadas y señalamientos directos sobre faltas y pecados esperados de granujas, no de príncipes de la iglesia.
Las intrigas se refinan y los secretos comienzan a emerger. Lawrence siente el peso enorme de la sucesión recaer en su persona. Solo él puede garantizar la pureza del sucesor de Pedro, como un hombre ajeno a los escándalos, y que pueda presentarse ante el mundo como el digno Papa siguiente.
Mientras las rebatingas crecen, comienza a hacerse notoria la figura de un obispo apocado, Benítez (Carlos Dihez) llegado de última hora procedente de Kabul, que tiene entre sus pares una brillante intervención, al hablar de la guerra que ha vivido, comparándola con las intrigas vaticanas.
El final es impactante y no puede ser mencionado con detalle, para no entregar la gran revelación.
La producción es impresionante y la banda sonora compuesta por Vorkel Beltermann, de primerísimo nivel, con sonidos estridentes para incrementar la crispación.
Cónclave es una tensa historia sobre la avaricia religiosa y las competencias de poder al interior de la sede de la iglesia católica. Destaca por sus interpretaciones llenas de energía y una anécdota que demuestra que no son santos quienes controlan a centenares de millones a través de la religión, dentro de las sacras paredes del Vaticano, el lugar donde, se dice, habita Dios.
@LucianoCampos G