por LUCIANO CAMPOS
El terrorismo trajo algunas consecuencias colaterales, como el auge de cintas revisionistas, inspiradas en hipotéticos ataques y sobre todo, capitalizando el temor del público a la amenaza inminente que se cierne sobre todo el mundo, libre u oprimido, democrático o dictatorial, oriente u occidental.
La Ciudad de las Tormentas es una producción de altísimo presupuesto que vende una imagen glamorosa, horrorosamente real, y espantosa hasta el detalle sobre el episodio de las armas de destrucción masiva ocultas en Irán, uno de los episodios bélicos más vergonzosos en la historia de la humanidad.
Esta nueva propuesta se suma a otras de factura impecable como La Caída del Halcón Negro y Red de Mentiras que forman, en conjunto, una línea de tecno thrillers de nuevo milenio que revelan el hardware de la muerte, con una precisión inédita, basada en el acceso cada vez mayor que hay a información sobre la industria del armamento, la desclasificación de archivos y, por supuesto, a recursos visuales cada vez más desarrollados al servicio de la pantalla grande.
En esta ocasión, el maestro Paul Greengrass repite con Matt Damon la fórmula que le funcionó en la Supremacía Bourne y Borurne El Ultimátum. Hay un gran héroe de acción, carismático, taquillero y habilitado para el trabajo físico en combate corporal o con armas de fuego.
Bourne podría saltar edificios y linchar él solo a cinco expertos artemarcialistas. El general Roy Miller no puede hacer esas proezas, aunque sí tiene la astucia suficiente para descubrir, él solo, el fraude que definió toda una época.
El gran plus que aporta Greengrass es la cámara al hombro (o con el suspensorio steadycam), un recurso que no es nuevo, pero que maneja con destreza superior. La imagen vibrátil, nerviosa, inestable produce una enorme tensión que se percibe a lo largo de toda esta cinta ambientada en el Medio Oriente.
La historia está basada en un best seller del ex periodista Rajiv Chandrasekaran, que cubrió la invasión en Irak como jefe de la comitiva del Washington Post Establecida en Bagdad. Aunque los personajes son todos convertidos en clichés y esquemáticos hasta ser casi caricaturas, la propuesta sirve para conocer qué diablos ocurrió en esos días de aniquilamiento y confusión.
Damon es un soldado norteamericano que descubre que la información que les es proporcionada para encontrar y destruir las famosas armas resulta falsa. Alguien, desde Washington, orquesta una gran pantalla mediática con despliegue militar en territorio hostil para justificar la búsqueda de material inexistente.
Su búsqueda lo llevará a encontrar una conjura de alcances insospechados.
En su papel de tropa norteamericano, Damon es una variación de Jason Bourne, pero sin superpoderes. El muchacho es un valiente y apuesto soldado al servicio de la patria. Rubio, diestro con las armas, inmisericorde en el peligro, pero leal con sus amigos, el muchacho es el modelo del militar comprometido con su país y con el mundo libre.
En los 80 y 90 guerreros llenos de esteroides dominaban las taquillas. Schwarzenegger y Stallone hicieron época con Rambo, Comando y sucedáneos monstruos musculosos, que presentaban al arquetipo del prohombre como uno fornido y temerario.
El nuevo adalid es atlético, pero, sobre todo, inteligente, conocedor de sistemas y adiestrado en geopolítica y análisis.
Como cine político, contiene un reproche a la política intervencionista de George W. Bush y su desmedida vocación imperialista, que lo llevó a cometer atrocidades, como la invasión iraquí, en el nombre de la más burda de las excusas, como quedó demostrado históricamente y como se confirma en el libro de Chandrasekaran, que contiene mucho de ficción, pero también transpira realidad e intensidad periodística.
La Ciudad de las Tormentas es una interesante película de acción que remite a las aventuras de un hombre que no tiene nada de común -pero que pretenden hacer pasar como otro simple americano involucrado en el conflicto-, dispuesto a hacer lo correcto, aún enfrentándose al gobierno colosal de su propio país.
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