En Asteroid City la realidad se va cubriendo de capas de ficción, con formato de comedia teatral. Quien hace la historia es Wes Anderson, maestro del surrealismo y de las existencias alternas, que suele construir mundos con seres emocionalmente complejos, quienes, con la magia de su pluma, se presentan como almas sencillas, siempre patéticas y al borde del ridículo.
No es sencilla de digerir, la nueva extravagancia del genio que decida emplear todos los mecanismos que ha aprendido a lo largo de los años, con imágenes, encuadres y situaciones patentadas por él. Como si hiciera siempre la misma película, pero con un permanente añadido de magia, muestra esta anécdota enredada, por momentos de narración desordenada, en la que hace una puesta en escena dentro de la película.
Lo que podría ser un relato simple, tiene que encontrar sofisticaciones en manos de Anderson. Entre las líneas temáticas que superponen, resalta la forma sobre el fondo, el escenario, más que la temática. El tema es la tristeza y cómo se puede superar.
La acción que narra Bryan Cranston presenta a un escritor, Edward Norton, que está armando una obra de teatro, en un lugar en medio del desierto conocido como Ciudad Asteroide, pues ahí impactó un cuerpo celeste y dejó un enorme cráter que es atractivo turístico.
Pero ahí no pasa nada más que las novedades que aporten los visitantes que se turnan para presentar sus historias, cada una más particular que la otra, cada una risible y festiva.
La multiplicidad de voces da la oportunidad de hacer que pasen, frente a la cámara los invitados a un casting de ensueño: Tom Hanks, Scarlett Johannson, Liev Schriever, Tilda Swinton, Jeffrey Wrigth, Matt Dillon, Jason Schwartzman, Willem Dafoe, Adrien Brody, Steve Carrell, Maya Hawke, Margott Robbie, Hope Davis. Inesperadamente queda fuera del elenco Bill Murray, por cierto.
Al sitio llegan chicos como parte de una convención de pequeños astrónomos, que, mientras miran a las estrellas, son testigos de un acontecimiento espectacular que, se cree, cambiará la historia del planeta. Precisamente por eso, el sitio queda en cuarentena. Permanecen encapsulados en este microcosmos los absurdos que ocurren con militares de caricatura, tratando de dar soluciones descabelladas a una potencial situación relacionada con alienígenas.
Aunque la narrativa es fluida y las actuaciones sólidas, hay un dejo de anticipación de todo, que le resta frescura a la producción. Como ya es un autor muy estudiado y ampliamente conocido, Anderson parece que no tiene más trucos para mostrar. El estilo lo rebasa.
Se extraña el abordaje directo de historias como Moonrise Kingdom (2012), Gran Hotel Budapest (2014), La Isla de los Perros (2018), con idénticas hechuras, pero contadas con maestría.
De esta forma se ve que los escenarios son acartonados y teatrales. El traveling y paneo de la lente remiten a movimientos y encuadres repetidos, y perfectos. La coloración sepia y descolorida hacen del ambiente ocasión para la nostalgia y la abulia. En este pueblo pasa muy poco, lo mismo que con sus habitantes parlanchines que platican de sus penas y situaciones. Eventualmente la acción se sale del relato teatral, para abordar la realidad, en blanco y negro, donde el escritor hace sus esfuerzos por presentar su obra, mediante desdoblamientos de espacio y tiempo, en los que hay una confusión entre el origen de los personajes y su función dentro de la historia.
Al final es indispensable preguntar dónde quedó Jeff Goldblum, qué papel desempeñó en la historia y qué pasó con sus ojos saltones.
Dirigida a los fans de Wes Anderson, Asteroid City es apetecible y disfrutable, pese a que no es la mejor historia en la filmografía del magnífico realizador.
@LucianoCampos G