Este Aquaman más que super héroe es un modelo.
Jason Momoa, en su papel del intrépido atlante, desfila petulante frente a la pantalla, mostrando sus impresionantes pectorales, el cabello calculadamente enmarañado y la penetrante mirada de ojos claros. En cada toma tuerce la boca en una sonrisa seductora, o se da media vuelta, desdeñoso, para mostrar su exótico perfil polinesio.
Toda la cinta dirigida por James Wan se presta para mostrarlo como un súper galán en la aventura que lo presenta como el más reciente lanzamiento protagónico del Universo Extendido de DC. Aunque limitado como histrión, Momoa es simpático dentro de su rudeza.
La producción se concentra en el aspecto visual, y obtiene resultados superlativos.
El reto principal era conseguir dinámica bajo el agua. El mundo se había acercado al personaje principalmente a través de las rudimentarias animaciones de dos dimensiones de los 60, que se presentaron en TV. No era complicado hacer que los personajes se movieran con agilidad a través de los cartones.
Sin embargo, en esta megaproducción, se consigue hacer que el personaje se mueva con desenvoltura, con una impactante sensación de flotamiento. Se resuelve perfectamente la complicada vocalización bajo el agua, y se muestran escenarios submarinos misteriosos y bellos.
La historia es muy cercana a la tragedia griega, con un enredo familiar, y personajes que regresan del más allá para ajustar cuentas. Aquaman, el mestizo que nació de la unión de la reina de la Atlántida y el cuidador de un faro, se ha convertido en un hombre que se mueve con desenvoltura en el agua y en la tierra.
Tatuado y desarrapado, pasa como un pendenciero que, por su apariencia, pudiera trabajar de noche como striper. Eventualmente, participa en acciones justicieras, en medio del misterio de quienes especulan sobre la existencia del mundo sumergido en el mar y la existencia de hombres-peces. Tiene bajo perfil y se la pasa bebiendo cerveza en la taberna del pueblo, hasta que un día se le pide que se involucre en una intriga que definirá el destino de la humanidad.
Aquaman, entonces, pasa por un largo recorrido de búsqueda, que es como la jornada del héroe que, desorientado y temeroso, termina por hacer el viaje en el que terminará por encontrarse a sí mismo, en un largo trayecto de reconocimiento y renacimiento espiritual.
Lo acompaña en su periplo la intrépida Mera (Amber Heard), que será su respaldo en los momentos decisivos.
Dirigida a un público infantil, la cinta contiene una narrativa elemental y, por momentos, ingenua. Los conflictos y sus resoluciones son esquemáticos y diáfanos. Luego de una serie de aventuras se llega a un desenlace esperado con una descomunal batalla submarina, que enmarca la batalla final entre el prohombre y su Némesis.
Aquaman, al final es un buen arranque de la nueva franquicia de DC. Manejada con buen humor, alcanza niveles prodigiosos de digitalización y se incorpora con acierto a la Liga de la Justicia, donde ya había tenido una breve aparición previa.