Durísima experiencia de vida es, para cualquier niño, quedar abandonado en una estación desconocida, en uno de los países más poblados del planeta.
Al pobre Saroo le ocurrió, en la India. A los 5 años, su imprudente hermano, inocentemente lo dejó en los andenes, lejos de casa y cuando el chico quiso regresar, despertó a miles de kilómetros de distancia.
Basado en una anécdota real, el director Garth Davis crea en Un camino a casa (Lion) la conmovedora historia insólita del pequeño que no está preparado para la vida y tiene qué sobrevivir en un entorno callejero brutalmente hostil, pero dolorosamente ignorado y solapado por la sociedad.
Se sigue aquí la trayectoria angustiosa del niño que está a la deriva, a merced de los grandes depredadores de las urbes: los pederastas, los tratantes, los homicidas, los explotadores. En la edad en la que tenía que haber aprendido sus primeras letras en la escuela, Saroo estaba luchando por no ser engullido por la despiadada jungla de asfalto.
Como ocurre con frecuencia en las producciones asiáticas, esta provoca una horrible sensación de agobio, con escenas plagadas de personas. Miles de peregrinos se agolpan en las estaciones del tren, saturan las calles de Calcuta, se agolpan en los muladares. La prodigiosa cámara de Greg Fraser contempla al niño como un microbio al que a nadie importa. Las tomas abiertas dan una idea de la insignificancia del individuo en una comunidad sobrepoblada.
Pero la divina providencia siempre está dispuesta a ayudar a las almas puras. Las jugarretas del destino se hacen que la fortuna ayude a Saroo a mantenerse con vida y a salvo. Tal vez no sea suficiente recompensa seguir respirando. Cada niño necesita a su madre. Él no sabe de dónde viene, por lo tanto, no sabe a dónde regresar.
Davis crea dos películas que se entrelazan maravillosamente en una trama que obliga a reflexionar sobre los desposeídos en el mundo. No hay paz en ninguna de las historias, la del niño perdido y la del joven adulto que sueña con regresar a casa 20 años después.
El destino es cruel con este pobre muchacho atormentado, que ha debido mantener un crispante equilibrio emocional para no volverse loco. Ha crecido en un ambiente confortable, en un continente diferente, pero todo el tiempo ha estado alejado de los suyos. Algún día tiene qué extrañarlos.
Pero nadie sabe cómo debe comportarse un hombre en esa extraña circunstancia.
Nicole Kidman es la amorosa madre que lo recibe para protegerlo. En una de sus mejores actuaciones, la australiana recuerda lo que es hacer drama y se presenta con una recia caracterización de una dama de clase media que enfrenta extenuantes retos para mantener unida a la familia que el azar le proporcionó.
No es justo que la duda que atormenta a su muchacho sea la misma razón por la que pueda irse de su lado. El sino trágico coloca a las personas en situaciones extremas de las que no existen reglas de definición. Los dilemas aquí son como crucigramas sin solución. Dios no le dio a los humanos la capacidad suficiente para encontrar lógica en algunas situaciones de complejidad laberíntica.
Davis hace con una historia sencilla y emocionalmente intensa, sobre la naturaleza de las personas y la forma impredecible en que se comportan cuando son puestas a prueba. Aún las más generosas y de personalidad entrañable, tienen derecho a su propia felicidad. Aunque aman en silencio y tienen un corazón que resiste cualquier calamidad, tienen sus propias expectativas y esperanzas, como la segunda madre del chico.
Pobre Saroo, atrapado entre dos mundos. Sufre por tener el corazón dividido. Hay un sentimiento de culpa tremendo, al no poder definir sus afectos. Quiere encontrar a su familia, pero al hacerlo provocará un fuerte dolor en la gente que lo ha querido y lo ha protegido.
Dev Patel hace un gran trabajo histriónico como el muchacho que se convierte en una víctima de la fortuna. Aplastado por la realidad, demuestra un comportamiento errático mientras busca la verdad, pero sin saber si quiere encontrarla.
Un largo camino a casa es una estrujante cinta, que mueve a ver a las personas que no tienen nada en este mundo y que batallan, en solitario, para no ser engullidos por la maldad, siempre presente, en el planeta.