La historia volvió a repetirse para María Concepción Balderas García y su familia 22 años después del huracán Gilberto. La lluvia que arreciaba el pasado jueves 1 de julio les hizo recordar la tragedia de aquella época, misma que Álex trajo a la realidad.
Fue cuestión de horas para que la realidad remontara años atrás a los vecinos de la colonia Mártires de Cananea, en Santa Catarina. Como si se tratara de un fatídico dejavú, cada detalle regresaba al pie de la letra.
“Cuando fue el Gilberto nos pescó a media noche, estábamos todos dormidos, estuvo lloviendo pero cada vez fue más y más, nos despertamos en la madrugada por que sentimos que ya era demasiada el agua, nos pasamos por los techos y en la esquina había una tienda y ahí a todos nos dieron auxilio”, dijo la mujer que tiene 23 años de ser vecina en esta localidad.
Aquella noche el meteoro se llevó todo, al día siguiente la única escena que pudieron presenciar fue la casa llena de lodo y piedras, con los vidrios quebrados.
Poco a poco la mujer y su familia se fueron recuperando, un mes después de la tragedia regresaron al hogar en donde sólo tuvieron un colchón y una estufa para comenzar desde cero.
De manera pausada, y aún con incredulidad, Balderas García reseña cada uno de los momentos de esta nueva tragedia para su familia.
“Fue el día más largo de mi vida, que ni Dios lo quiera vuelva a pasar eso otra vez, que no se repita.El agua empezó temprano y poco a poco se sintió más fuerte, ya como a las siete que empezó a arreciar más el agua se nos empezó a meter a las casas y nos fuimos arriba (segundo piso) con mi hijo”, mencionó.
Además de ellos, otros vecinos se refugiaron en el pequeño cuarto que acaban de construir en la planta alta, para pasar la noche en vela y esperar que el nuevo día diera cuenta de los estragos.
“Abajo hay mucho lodo, necesitamos que llegue el agua para poder barrer bien y limpiar. Ahorita se nos echó a perder todo, hay que comprar ahorita colchones, más por mi nieta que todavía no tiene un año”, dijo.
Más de dos metros alcanzó el nivel del agua en su vivienda, mientras que tras la tormenta y la disminución de niveles de agua, el invitado incómodo que les quedó fue el lodo, alcanzando hasta 30 centímetros de altura sobre el piso.
A una semana de la tragedia, sus enlodadas pertenecias esperan afuera turno para poder ser limpiadas, mientras que en el interior el penetrante olor a humedad por momentos se vuelve insoportable.
De igual forma que hace 22 años, el agua reclamó su paso, sin importar que éste ya tuviera propietario.